La corriente de lo correcto
Debo confesar que, muy a mi pesar, en algo estoy de acuerdo con Trump: creo que Meryl Streep es una actriz sobrevalorada. O, por afinar más el tiro, no la soporto. No discuto su filmografía, que solo por El cazador y Manhattan ya es excelsa, pero sí su calidad, por mucho premio que tenga. Y argumento que, por desgracia para mí, no me la creo. Cada vez que asoma en pantalla, pienso: “Ahí va haciendo de heroína, de villana, de hija, de madre (o de adolescente de casi 60 años, como en ¡Mamma mia!, que el rato que vi pasé vergüenza ajena)”. Que es algo que nos tendría que pasar con todo actor muy famoso, pero casualmente no nos pasa con los que son buenos de verdad.
En resumen, que sin llegar tan lejos como Truman Capote (el muy bruto decía de ella: “Parece un pollo. Tiene nariz de pollo y boca de pollo. No tiene absolutamente nada de talento”), simplemente no la aguanto.
Y, pensando en esta animadversión, recuerdo cuando deseé e intenté que me gustara el coñac. Básicamente, por su parafernalia: copa grande, sofá cómodo y, a ser posible, chimenea encendida. Todo estaba en su sitio y probé con un buen coñac -o eso me aseguraron-. Pero, qué asquerosidad. Sabe a vino revenido.
Y no, lo del coñac no es una digresión del tema Streep. Hablo de lo mismo: de una sociedad que presume de su libertad de expresión, pero luego nos impone el pensamiento único en todos los ámbitos, incluido el cultural. Y te dicen que Streep es la mejor actriz de todos los tiempos, y a callar que qué sabrás tú. Y ojo con comentar que te gustan los fachas de Borges o Vargas Llosa, que se te ve el plumero. O que el 90% del arte moderno es una mierda pinchada en un palo, porque si no sabes apreciar el célebre Diminuto punto negro sobre 20 metros cuadrados de fondo gris es porque no está hecha la miel para la boca del cerdo.
¿Y cómo resolverlo? Está claro: no dejar a nadie imponernos sus cánones, no sucumbir a lo socialmente correcto, no delegar nuestro criterio propio, no dejarse llevar por la corriente. Y aguantar los improperios.