De las mil historias de corrupción que vamos conociendo en este país me quedó con aquellas que mejor muestran la debilidad de la condición humana y que seguramente queda más que retratada en la forma en la que salen a la luz (filtraciones interesadas o vendetas de empresas que pierden concursos...). Como en las novelas policiacas, el criminal siempre deja alguna señal al descubierto. La expareja del primogénito del expresidente de la Generalitat que destapa a Alicia Sánchez Camacho (ese inocente florero que decoraba la mesa de un conocido restaurante en Barcelona) cómo Jordi Pujol Ferrusola iba y venía a Andorra con bolsas de deporte llenas de billetes de 500 euros. Y, no me digan que no es buena, la trampa tendida al ex número 2 en la Comunidad de Madrid Ignacio González (PP) a partir de sus viajes por Barranquilla en Colombia. Un detective le espía con cámara oculta todos sus movimientos en agosto de 2008. Detrás de este cepo, un empresario vinculado al PP que no consiguió en su día la concesión del contrato de seguridad del Canal Isabel II. Apenas dos meses después, en la misma época dorada, el Ayuntamiento de la Ultzama (dirigido por el que llegó a ser director general de Administración Local) adjudicaba de forma irregular a una empresa la explotación de una planta de tratamiento de purines, concesión que terminaría en manos de una cooperativa en la que, además de ganaderos, participaron ediles y otros inversores. La mastodóntica planta costó 4,5 millones, financiados mayoritariamente con dinero público, que se fueron al garete porque el proyecto quebró, nada funcionó y todo no fue más que una excusa para conseguir ayudas estatales por la generación de biogás (producir electricidad) que a su vez llegaban de Europa. El proyecto no fue rentable y fracasó, no sólo por el desastre técnico sino por el recorte público a las energías renovables. No contento con ello, el Ayuntamiento la “secuestra” para no devolver la pasta. Los problemas del sector ganadero eran lo de menos. UPN legislaba contra viento y marea para que la tecnología (biometanización, etc) fuera la panacea para resolver cualquier tema medioambiental, también con mierda de vaca. Hubo denuncias de la oposición municipal pero el tema cayó por su propio peso. Y de Comptos a la Fiscalía. Olía demasiado.