Las primarias y lo primario
primera paradoja de las primarias del PSOE: el colocado por la oficialidad a modo de marioneta -Sánchez- para dirigir el partido, justo hasta que la coyuntura mejorase y la ungida por el felipismo orgánico y mediático -Díaz- se hiciera con las riendas, acaba doblegando a sus mentores después de que éstos le obligaran a dimitir a los dos años escasos de regencia removiéndolo en un comité federal. Segunda paradoja: la militancia restituye al derrocado cuando con él de candidato el PSOE había perdido su suelo electoral en dos ocasiones consecutivas, hasta los 85 escaños, ciscándose en las instrucciones a favor de Díaz de quienes ostentan el poder institucional en Aragón, Asturias, Castilla-La Mancha, Extremadura y Valencia, comunidades todas donde ha ganado Sánchez. Así se escribe la historia de cómo las bases del PSOE se han rebelado contra el aparato clásico del partido -con los expresidentes González y Zapatero en primera línea-, incluso aceptando el precio de situar en la picota a su principal preboste autonómica, presidenta de la comunidad más netamente socialista. De tal infortunio para Díaz que en estas horas se afana por asegurar su posición en el terruño mediante un congreso apresurado en lugar de ultimar su sucesión en Andalucía para desembarcar con pompas y boatos en Ferraz, otra colosal paradoja. Asistimos así al ocaso de las baronías territoriales -más cuando los estatutos veten que el comité federal pueda inhabilitar al líder- y también por consiguiente al inicio del ciclo para oxigenar las estructuras del PSOE, según el taxativo mandato de la afiliación, ubicada más a la izquierda que parte del electorado socialista. Unas bases que han auxiliado a quien consideran víctima de un complot urdido a sus espaldas y de una feroz campaña mediática para, contradictoriamente, mantener en Moncloa al partido más corrupto de la Europa civilizada, que menea a jueces y sobre todo fiscales a su conveniencia, una derecha en las antípodas doctrinales de cualquiera que se declare socialista. La última y más recia paradoja es que el sentimiento primario de aversión a Rajoy, que a su vez aborrece a Sánchez hasta el punto de ni siquiera hablarse, decantó estas primarias de alto voltaje y evidente rearme ideológico.