La corrupción se lleva por delante al fiscal anticorrupción, pero parece que nada acaba con ella. Es la triste banda sonora de la actividad política del PP y de su entorno en estos tiempos, el son al que bailan todos convencidos de que la música la eligen ellos y se saben bien los pasos. Pero a veces el disco se ralla y entonces la cosa se atasca y nada encaja, o de pronto salta una noticia, de esas que demuestran que el periodismo sigue siendo una profesión necesaria y entonces la música ya no suena sino que desafina y alguien salta de la pista. Generalmente suelen ser dimisiones “por razones personales”, desde luego que sí, porque personal es la decisión de ser un corrupto en el grado que sea. Porque grados hay muchos y siempre hay una persona que toma la decisión. Les cuesta soltar el sillón y solo cuando se ven totalmente acorralados, reconocen sus hazañas. Tiene que ser duro ser un corrupto en la escala que lo son ellos y ellas. Ser consciente de que estás robando, mintiendo, engañando, falseando tu vida por el vil interés del dinero, de querer siempre un poco más de lo que no es tuyo y supongo que tiene que llegar un momento en el que tienes tanto que ya todo te parece poco y alcanzable y entonces sigues y adjudicas irregularmente y abres sociedades en Panamá y ocultas herencias y haces lo que sea para mantener ese falso estatus que te hace poderoso, porque desde luego el poder es más fácil ocultar la realidad. Manuel Moix, el fiscal jefe anticorrupción ha sido el último en caer después de conocerse que es propietario junto a sus hermanos de una sociedad en Panamá heredada de sus padres. También Jordi Pujol, el honorable, ocultó la herencia de su padre, casualmente ingresada en bancos extranjeros y ahora él y su familia están acusados de delitos como cohecho, tráfico de influencias, blanqueo de capitales, prevaricación, malversación y falsedad. El mismo Imanol Arias, el ejemplar padre de familia de Cuéntame, defraudó a Hacienda casi cinco millones de euros, incluso el año en que hizo una campaña por el IRPF. Y hay muchos más, demasiados ejemplos de corruptelas que ocupan puestos y dan lecciones de vida, cuando las suyas propias son un puñado de mentiras y falsedades. No estamos hablando de gente que comete un error y tiene derecho a rectificar, por muchos euros que implique el error, me refiero a quienes viven en él.
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