la derecha tiene una peculiar manera de entender el progreso. Lo asocia a toda aquella inversión que requiere de ingentes cantidades de dinero público y de cemento. Este ha sido su modus operandi durante décadas y no acepta que nadie lo altere. Su mantra es muy básico: “Quien no defiende los proyectos grandes está en contra del desarrollo”. Lo dicen sin sonrojarse quienes son responsables directos de desaguisados como el circuito de los Arcos y el pabellón Arena y quienes han perpetrado el descomunal agujero de 2.850 millones que tenemos que pagar a escote por los peajes en sombra del Canal de Navarra y de las autovías del Camino y del Pirineo. Toda una generación hipotecada por las ocurrencias de gobiernos de UPN que encontraron en el PSN al fiel compañero de viaje.
Si preocupante es el estado financiero en el que quedó sumida la Hacienda Foral tras décadas de gobiernos regionalistas, todavía lo es más que no hayan aprendido nada de sus errores quienes probablemente vuelvan a llevar las riendas de la Comunidad Foral en un futuro, que esperemos esté lejano. Llama la atención que, después de haber generado semejante hosca, UPN, PSN y PP reclamen a diario la firma de un convenio con el Estado para continuar el TAV de ningún sitio a ninguna parte y para desarrollar la segunda fase del Canal. La presión al Gobierno con estas infraestructuras trasciende al ámbito parlamentario. De hecho, se está buzoneando un manifiesto supuestamente anónimo que comparte una por una todas las tesis de la oposición. Más vale que, al menos por el momento, el Gobierno sigue con sus planes y se está tomando el necesario tiempo para escuchar las demandas de los regantes y para negociar otro convenio con el Ministerio de Fomento. Porque sería el colmo del despropósito firmar un acuerdo similar al que UPN y PSOE sellaron en 2010 para el tren -que es lo que a día de hoy ha ofertado el PP- pese a que el hombre sea el animal que tropieza dos veces en la misma piedra.