de los 3.883 millones que prevé invertir Navarra el próximo año, 93 ya tienen destino. Irán a financiar los peajes en sombra que UPN-PP comprometieron a primeros de este siglo. La cifra supone un 2,4% del total, por lo que si los anteriores gobiernos regionalistas hubieran cometido tres o cuatro torpezas más de este calibre, la viabilidad económica de Navarra sería más que dudosa. Debe tenerse en cuenta que los Presupuestos Generales recogen algo más de 3.000 millones de gastos ineludibles. Solo las nóminas de los funcionarios cuestan 1.245 millones y los intereses de la deuda que dejó UPN, otros 90, pero esta lista puede seguirse con el gasto farmacéutico, la inversión en educación, etc, por lo que el margen de maniobra que tiene este Gobierno para ir más allá de atender las necesidades básicas de la población está muy mermado por tan penoso legado.

Con semejante currículum como gestores de la Comunidad Foral, ahora UPN y PPN consideran urgente impulsar el TAV y el Canal que ellos paralizaron en 2013. La crítica no es tanto por desarrollar estos proyectos, sino por las prisas por hacerlo y, lo que es peor, por su empecinamiento en meter excavadoras y cemento sin detenerse a evaluar sus costes y sus beneficios. Dicen que los pagará íntegramente el Estado, pero no es cierto. Por ejemplo, sólo en 2018 el Canal costará 26,2 millones a las arcas públicas de Navarra. Una cifra que seguirá creciendo hasta el año 2044 y que, por lo tanto, lastrará las Cuentas Públicas a toda una generación. Cualquiera que tenga un poco de sensatez sabe que un desembolso de la magnitud que requieren estas obras no puede hacerse con la ligereza que se acometieron los peajes en sombra que han hipotecado las inversiones de Navarra para los próximos 25 años. Es verdad que de momento todo es humo, porque no hay comprometido un euro desde el Estado, por lo que la gran humareda generada con estos temas parece más consecuencia de una gran fumata.