muy largo se le está haciendo a la derecha el democrático cambio político que alumbraron las urnas en la primavera de 2015. Aquel histórico vuelco electoral permitió que en Navarra se pusiera freno a la red clientelar en que UPN había convertido la gobernanza y llegara un ejecutivo que, con sus errores y aciertos, ha conseguido entre otras muchas cosas poner orden en las cuentas de la Comunidad. Desde entonces, han pasado ya más de dos años en los que todas las semanas vemos a la oposición enfurruñada cual niño al que arrebatan su juguete. Especialmente agresiva se muestra la presidenta del PP foral que, pese a tener solo dos de los 50 escaños del Parlamento, en ocasiones incluso es capaz de marcarle la agenda a un acomplejado UPN. Entre las célebres ocurrencias de Ana Beltrán está la propuesta que hizo de que la derecha, los antiforalistas de Ciudadanos y el PSN concurran juntos en las elecciones de 2019. Un disparate mayúsculo que no se lo ha comprado nadie.
Y qué decir de Javier Esparza, que a su habitual mosqueo suma con demasiada frecuencia atrevimientos propios de alguien que está muy mal asesorado, no da más de sí o padece ambas cosas a la vez. El presidente de UPN no encontró otro mensaje que mandar el pasado domingo en Andosilla, en la celebración del día de su partido, que acusar a la presidenta Uxue Barkos de empobrecer Navarra. La afirmación tendría un pase si Esparza fuera un recién llegado a la política, pero que hable de empobrecer quien puso la primera piedra en el pabellón Arena y que fue consejero de Barcina durante los años en los que la deuda de Navarra pasó de rondar los 2.500 millones a superar los 3.500 suena a chiste malo de barra de bar. Y que diga estas cosas quien dirigió el Servicio Navarro de Empleo apenas un año en el que se batieron todos los récords de parados con un incremento de 10.100 personas -la friolera del 23,75%- hasta a los 52.300 es sencillamente inclasificable.