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Todos a la cárcel

Entre los numerosos defectos de la Justicia española hay uno que pone los pelos de punta: la facilidad/arbitrariedad/impunidad con la que un juez puede exagerar una acusación y, apoyándose en la gravedad de ésta, decretar prisión preventiva para meses o años. A veces, incluso, creando un delito inexistente, que es como acusar a alguien de asesinato sin que haya muerto nadie.

Lo hemos visto con unos titiriteros a los que se acusó de un enaltecimiento del terrorismo que se sacó el juez de la oreja; lo estamos viendo con los chavales de Alsasua, a los que les han convertido una posible agresión impremeditada a la autoridad en todo un atentado terrorista, como si pertenecieran a un grupo armado y como si hubieran planificado el ataque; y qué decir de lo que le está ocurriendo a los independentistas catalanes.

Da igual que un montón de juristas hayan dicho que la rebelión exige una violencia que ha sido inexistente en todo el procès; que la sedición sea un alzamiento tumultuoso que no se produjo; o que la malversación exija un ánimo de lucro. El juez Llarena, erre que erre, sigue empeñado en imputar todos esos delitos a personas que, a lo sumo, han cometido desobediencia (al mandato del Tribunal Constitucional) y prevaricación. Pero, claro, ni una ni otra tienen penas de cárcel, sino de inhabilitación y multa, por lo que hay que achacarles muchos más delitos para meterlos a todos en la cárcel.

Y, como prueba del nueve, el ridículo que está haciendo el juez -y, con él, toda la Justicia española-, cuando no pide extradiciones a Bélgica, Dinamarca o Suiza, porque sabe que en los países serios no cuelan acusaciones tan absurdas como las rebeliones sin violencia o las sediciones sin alzamientos.

Pasarán los años y se dictará sentencia. Si les toca un juez sensato y justo, todo quedará, como mucho, en desobediencia y prevaricación. Y si les cae la del pulpo, será el turno de los tribunales europeos y de derechos humanos para poner las cosas en su sitio. Pero, para entonces, los indepes se habrán comido años de cárcel y el juez Llarena se irá de rositas y con palmaditas en la espalda de los prebostes del régimen, felices de que las prisiones preventivas hayan dinamitado el procés. ¿Es o no es aterrador?