Rajoy o el PP
los votos vuelan cual gaviota rumbo a Ciudadanos, en proporción como de un tercio del sufragio del PP -para acercarse incluso a los tres millones, según la demoscopia-, y Rajoy se fuma literalmente un puro mientras las estructuras del partido se hallan al borde del colapso nervioso. La fuga se cierne particularmente sobre el eje de la pirámide electoral del PP, ese nicho de mayores de 60 años que representa el 40% de su voto y que en buena medida se ha volatilizado ya por la mísera subida del 0,25% de las pensiones y una promesa de deducción fiscal que suena a pura engañifa e ignora a los subsidios exentos del pago de IRPF por su precariedad. Rajoy encarna la responsabilidad intransferible de tan reseñable deserción en tanto que referente político caduco, pues se estrenó en las instituciones gallegas en 1981 y desde 1986 frecuenta el Congreso de los Diputados además de oficiar de multiministro y desde 2011 de presidente, y también por su nexo con la corrupción como receptor según la contabilidad manuscrita del extesorero Bárcenas de 322.321 euros entre 1997 y 2008, de acuerdo con las 35 aportaciones en negro anotadas. A esas consideraciones de índole personal se agrega en el ámbito de la gestión, y más allá de la desigualdad social creciente y de la restricción de libertades, la parálisis en la que ha sumido al Estado, incapaz de aprobar unos nuevos Presupuestos que constituyen la viga maestra de todo gobierno conservador. Nótese que en plena cuenta atrás para unos comicios autonómicos y municipales de 2019 bajo amenaza del sorpasso de Ciudadanos, con el consiguiente riesgo de pérdida de poder ejecutivo. En función de las dimensiones del retroceso, Rajoy se verá obligado a precipitar su sucesión, siempre con el secular dirigismo del PP, para promover otra candidatura a su gusto en 2020 o antes si se impone el adelanto electoral aunque no por una moción de censura impracticable por la falla abisal de la oposición. Sin embargo, y desde la evidencia de que hoy resta más que suma al proyecto, Rajoy debería anteponer la sigla a sí mismo y redactar desde ya su testamento con las oportunas señales a su entorno inmediato, en especial Feijóo ante la guerra abierta entre Soraya y Cospedal. A tiempo está de ejercer de registrador de la propiedad, plaza que obtuvo hace casi 40 años y desde luego retiro rentable y apacible.