la escritora Almudena Grandes llamaba a secundar hoy la huelga y exponía sus argumentos en un artículo en el que describía con crudeza cómo, hace menos de un siglo, las mujeres trabajaban “como mulas”. No exagera cuando expone la multiplicidad de funciones, tanto en el medio rural como en el urbano, de quienes a su condición de madres unían la de ama de casa y además laboraban en el campo y atendían a los animales, o si vivían en la ciudad desempeñaban otras ocupaciones para conseguir ingresos. Sin cambiar un adjetivo al texto tengo que confesar que, por impulso, establecí una relación menos excluyente: mi madre trabajó como una mula y mi padre como un buey. Porque nada de lo que pasaba en mi casa hubiera sido posible sin aquella mujer que terminaba todos los días rendida y adormecida, dando cabezadas recostada en una silla en el único minuto que podía descansar; nada hubiera sido posible sin aquel hombre que trabajaba de luna a luna hasta en tres tareas diferentes, sábados y domingos también. Es cierto que en aquel momento social, en un medio semiurbano, el rol de la autoridad y de la propiedad era masculino y los hombres no eran machistas por ideología sino por educación. Era lo que habían absorbido en sus familias, también en las calles y en el trabajo. Lo que parecía normal.
Seguro que no era la intención de Almudena Grandes, pero sentí al leer su artículo que reclamando el lugar que deben ocupar las mujeres, ignoraba a tantos hombres que también como ellas fueron paganos de una época y de unos usos sociales, que cuando comenzaron a oír hablar de igualdad solo podían entenderla viendo cómo había cambiado el comportamiento de sus hijos o hijas con sus parejas, el reparto de las tareas y las expectativas profesionales de cada uno y de cada una. A los de mi generación, nuestras madres, aquellas mulas, nos educaron siguiendo las pautas de antaño y hemos sido autodidactas en igualdad, no a la fuerza sino por convicción.
Confío en que este 8 de marzo suponga un avance para seguir rompiendo techos y saltando brechas, para desterrar los estereotipos, denunciar los abusos en todos los ámbitos y poner fin a la violencia. Pero eso solo lo conseguiremos mujeres y hombres juntos. Con mulas y bueyes.