No es abuso, es violación. Hay que decirlo, claro y alto, porque no hacerlo sería mentirnos. Tan alto como lo volvieron a decir ayer las miles de personas que llenaron las plazas de Iruña y el resto de pueblos y ciudades de Navarra y del Estado para arropar a la víctima y rechazar la sentencia. Porque lo que ocurrió en Pamplona el 7 de julio de 2016 fue una agresión sexual en grupo a una joven de 18 años cometida por los cinco acusados, detenidos, encarcelados, juzgados y ahora sentenciados y condenados, no por agresión sino por abuso, en una sentencia imposible de entender y mucho menos de aceptar. Un fallo que ha caído como una losa en una sociedad que de nuevo ha dicho NO a la violencia contra las mujeres y SÍ a creer a las víctimas. Años de condena aparte, lo preocupante es el fondo y lo que ese fondo puede esconder. Que a una mujer en una noche de fiesta la intimiden entre cinco hombres, la metan en un portal y la lleven de la forma que sea hasta un rincón, la sometan a todo tipo de abusos sexuales sin su consentimiento, le roben el móvil, graben la escena para humillarla y la dejen tirada medio desnuda no es para la Justicia un delito de agresión, porque si no te resistes, si no gritas, si no peleas, si no te dejas golpear para que quede alguna huella, si no te juegas la vida, tu miedo, tu humillación, tu impotencia, tu dolor no sirven para esa misma Justicia. Extrañas leyes las que no saben ver el dolor de las personas. Malos jueces quienes son capaces de hablar de placer, gemidos y satisfacción cuando lo que tienen delante es el vídeo de una víctima, una mujer rota, paralizada por el miedo. Que asco. Si lo que hicieron los cinco acusados, esa indeseable Manada, no es una agresión sexual sino un abuso, estamos muy mal como sociedad y muy lejos de que las mujeres podamos vivir en libertad e igualdad. Si no te creen cuando dices la verdad, si la Justicia es casi la única que no te cree ¿Para qué recurrir a ella? Si ya era difícil denunciar, reconocer que has sido agredida sexualmente, no sentirte culpable, someterte a un juicio con preguntas como las que hemos visto que son capaces de hacer los jueces, o a persecuciones de detectives privados que espían tu vida tras una agresión, a partir de este momento lo será más y serán menos las mujeres que tendrán la valentía de seguir diciendo la verdad. Nos merecíamos, primero la víctima y con ella la sociedad, una sentencia justa, una justa sentencia que dejara claro que en este país violar a una mujer es un delito muy grave, pero no ha sido así. No es un día para creer en esta Justicia que se escuda en el lado de la ley para dar la espalda a la vida. Es un día triste, un día para la indignación, la rabia, la impotencia y el miedo, sobre todo el miedo como mujer de vivir en este desamparo.