pudo acabar ETA con un nanogramo siquiera de dignidad en el proceso de paz con Zapatero, pero lo reventó al volar la T-4 en 2006. Así que para no verse sepultada por el delirio -en las más altas cotas de la presión jurídico-policial y con el terrorismo yihadista al alza- la izquierda abertzale histórica reconfigurada en Sortu y abjurando de la violencia tuvo que arrastrar a la banda a su desmovilización definitiva en 2011. Aquel fue el genuino epitafio de ETA y por eso se explica que su entierro formal del viernes no produjese más que una íntima satisfacción en la mayoría de la ciudadanía, atenuada además por la absoluta falta de autocrítica del comunicado final, sin mención a las víctimas. Desaparecida al fin ETA de nuestras vidas, la consolidación de una memoria plena constituye el reto principal, a partir de la premisa del injusto daño causado desde el relato básico compartido de que matar estuvo mal, al margen de la adscripción del victimario. Sobre ese basamento ético, se trata de procurar el máximo nivel de reparación de todas las víctimas mediante el reconocimiento social y el soporte judicial, con la dispensación de las ayudas preceptivas también desde la perspectiva emocional y el esclarecimiento de los hechos padecidos. Condiciones todas ellas al imprescindible fin de procurar la sana convivencia entre diferentes y en todos los lugares, un imperativo como colectividad que sin embargo no alcanza a la deseable pero no exigible reconciliación, que precisa del perdón y eso obedece a la subjetividad de cada cual. Ese desafío múltiple y sostenido lógicamente en el tiempo necesita de la erradicación de la aberrante dinámica consistente en justificar en un conflicto político entendido como una colisión de identidades el conflicto armado en suplantación de la voluntad de paz de un pueblo entero, al igual que no cabe fundamentar en la perversa existencia de ETA la abyecta del GAL, más por gestarse en las cloacas del Estado. Como tampoco puede sustentarse en el inmenso dolor generado el sostenimiento de una política carcelaria excepcional cuando la excepcionalidad sobre la que se arbitró ha sido felizmente superada y la normalidad penitenciaria no representa ninguna contrapartida dada la renuncia unilateral de ETA. Vayamos pasando las páginas del horror, pero leyéndolas antes bien para que dejen el poso debido al objeto de que nunca jamás nadie ose repetirlo. Y afrontemos sus nefandas consecuencias con toda la verdad y en justicia, aunque también con las máximas humanidad y empatía posibles.
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