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Nunca caminarás solo/a

Las enfermedades nos igualan. Nos acercan. Lo que les pasa a otros un día te puede pasar a ti o a los tuyos y lo que te pasa a ti de pronto le pasa a otros. Y eso acaba uniendo. Nunca es igual. Nunca es previsible. Las enfermedades llegan. Nunca las esperas. A veces se curan y otras no. Solo quien lo vive en primera persona o desde un círculo muy cercano sabe realmente qué se siente y cómo se pasa, que sensación te recorre el cuerpo cuando tienes ante ti un diagnóstico sin matices que te indica que la vida ya no será lo que pensaste que sería. Ante la enfermedad las personas nos igualamos porque el temor, el miedo, el sufrimiento, la superación, ese deseo de que nada de lo que has oido sea verdad y que tu vida siga como antes, es común. El cáncer es una de esas enfermedades con las que casi todos y todas convivimos en un momento de nuestras vidas. Hay otras muchas, es verdad, pero ante esta es como que hemos tomado conciencia de la importancia de socializarla, de compartirla, de contarla, para que quien padece cáncer pueda sentir apoyo a través de esos testimonios. Pero hay muchas maneras de vivir una enfermedad y todas son válidas. Hay quien opta por hacerlo en silencio, hacia adentro y otros por abrirla hacia el exterior. Pero sea la opción que sea, lo importante es que hay que vivir mientras nos queda vida. Esta semana una persona ha decidido vivir la suya compartiéndola con el resto. Michael Robinson, exjugador profesional de futbol, ex sasunista y hoy tertuliano en varios medios nos impactó con su testimonio en directo en antena diciendo “tengo cáncer”, no cualquier cáncer sino uno con muy mal pronóstico, “pero estoy vivo y voy a plantarle cara desde el lado de la vida”. En ese momento Robinson dejó de ser el personaje para ser una persona más ante una enfermedad. Ojalá lo consiga, no siempre es fácil vivir con los ojos abiertos cuando la adversidad se nos cruza y nos pone de espaldas al futuro. Pero vivir y elegir cómo hacerlo es algo que está en nuestras manos, también cuando sufrimos una enfermedad. Quizás es entonces cuando más deberíamos elegir en qué y con quién invertimos la vida que nos quede. Duro sí, pero cuando el reloj va hacia atrás cada minuto es una eternidad. Decía Robinson que después de recibir tantas muestras de apoyo y cariño se sentía como en el Anfield, el campo del Liverpool, escuchando You ‘ll never walk alone (Nunca caminarás solo), un chute de energía para afrontar lo que le viene: el partido más decisivo de cuantos ha disputado en la liga de la vida.