No todo el tiempo es igual; el que se vive a contrarreloj corre siempre más despacio. Hay horas que son eternas y días interminables que construyen semanas por las que resulta difícil transitar sin caer, en las que cada segundo suma más angustia a una situación casi siempre extrema. Así se viven los días y las horas en Totalán, el pequeño municipio de Málaga que por desgracia ha entrado en el mapa informativo, donde el pasado 13 de enero una jornada de domingo en familia en el campo terminó en tragedia, cuando el pequeño Julen, de dos años, se precipitó por un pozo de apenas 25 centímetros de diámetro y más de 100 metros de profundidad. El rescate desde entonces está siendo titánico y está poniendo a prueba todo lo que antes se había realizado a nivel técnico y humano para tratar de llegar a la zona donde se cree está el pequeño y lograr rescatarlo. Nadie se atreve a aventurar más allá; entre el milagro y la esperanza el dispositivo sigue en pie. Cada día es crucial y cada jornada se presenta como la definitiva y más cuando los expertos en rescates mineros pueden trabajar ya a más de 70 metros bajo tierra, y allí de rodillas a martillazos contra la roca y reciclando su propio oxígeno sean capaces de realizar el último túnel para acceder al lugar donde cayó el pequeño. La Brigada de Salvamento Minero de Asturias ha vivido muchas tragedias a sus espaldas, pero ahora se enfrenta a una de las más complicadas, con la incertidumbre total del estado en el que está el niño y los riesgos que conlleva la operación también para el propio equipo de rescate. El dramatismo de la situación, como otros sucesos en los que están implicados menores, las múltiples dificultades con las que se han encontrado para realizar los túneles de acceso y las que pueden surgir en las próximas horas bajo tierra, sumadas a la expectación mediática internacional del caso, están convirtiendo el rescate en una prueba sin precedentes. Es admirable la entereza de estos hombres que se juegan la vida por salvar la de otros, y es difícil imaginar cómo tiene que estar la familia asomada a un verdadero pozo emocional, destrozada pero agarrada con fuerza a la esperanza de volver a abrazar a Julen. Según vayan los días, ese será otro rescate necesario, también difícil, para que nadie más caiga en un pozo sin salida.
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