La ciencia sorprende y esperanza. Los avances, los descubrimientos, nos demuestran que vivimos en una realidad en perenne cambio; incluso al hilo de algunos hallazgos podríamos afirmar que el mundo se mueve porque el ser humano se mueve. Esa curiosidad sin límites va derribando obstáculos y abre horizontes insospechados. Una mañana nos despertamos y vemos en televisión la primera imagen de un agujero negro y el día anterior nos felicitamos por el anuncio de nuevas fórmulas para combatir el mortífero cáncer de páncreas (aunque todavía haya que esperar un tiempo y para gente cercana llegue ya demasiado tarde...). Algo inimaginable hace unos pocos años. Pero es que lo que llamamos ciencia ficción es en realidad una idea que ya anida en la mente de una persona, el primer paso para que, tarde o temprano, sea una realidad tangible. Posiblemente el científico es un soñador que sabe interpretar sus propios sueños.

Pero ser científico no es fácil en este país. Son más las más trabas que ayudas. Los más jóvenes, con una intensa y exigente preparación, con becas que consiguen en el extranjero, sobrados de conocimientos, de proyectos y de ilusión, acaban emigrando. Curiosa paradoja esta de exportar hace medio siglo mano de obra barata y ahora no poder retener el talento. Un fracaso también desde la constatación de que mucha inversión pública no se rentabiliza. Estamos, en fin, en un debate recurrente: el de la fuga de cerebros. Sin embargo, pese a la incidencia en nuestras vidas de lo que se gesta en los laboratorios, no he oído a ningún político mencionar el asunto con énfasis en el argumentario de promesas electorales. Sí he leído quejas de investigadores y de universidades sobre las leyes que, en algunos casos, dificultan recibir la escasa financiación ya aprobada así como la formulación de determinados contratos laborales. La burocracia es el obstáculo: las letras contra las ciencias. Ese agujero negro.

La ciencia no tiene metas. La próxima estación está en ese anillo de color rojo y amarillento. A nuevos avances surgen nuevos desafíos, o viejos asuntos que parecían desterrados para siempre. El reto es permanente. El futuro se está diseñando ahora en un laboratorio.