Una tuitera hizo un experimento: introdujo en el traductor de Google la frase “Te hago unas croquetas que se te caen los calzoncillos” y la pasó sucesivamente al chino, japonés, afrikans, alemán, inglés y vuelta al castellano. Ella asegura que le salió “Te daré una chaqueta, has perdido tus pantalones”, pero yo hice lo mismo y me dio la no menos curiosa: “Hice unas croquetas, así que te pones la ropa interior”.

Sea como sea, el experimento no solo demuestra la limitación de los traductores informáticos, sino que crea la primera versión digital del famoso juego Teléfono escacharrado, ése en el que una frase va de boca a oído a través de un grupo de niños y acaba pareciéndose muy poco al original, para jolgorio de la chavalería.

Y, claro, había que probarlo (no me he picado tanto con un juego virtual desde el Monkey Island). Con la misma secuencia de idiomas -aunque podrían ser otras, porque las posibilidades son tan inmensas como La Biblioteca de Babel de Borges-, he creído captar una pauta en ese traductor: le quita las aristas a las frases hechas.

Solo así se entiende que salga “El clima es muy frío cuando el abedul vuela bajo” si pones “Cuando el grajo vuela bajo hace un frío del carajo”.

O que llegue al triste “Estoy en lo que me queda para el monasterio” desde el célebre “Para lo que me queda en el convento, me cago dentro”.

O que el popularísimo “De perdidos al río” termine en “De la niebla al río” (y siento decepcionarles, pero tras pasar por el inglés no era “From lost to the river”).

Luego te sorprenden algunos nulos parecidos: ¿cómo se llega a “Te saltaré cuando me encuentre con tu maestro” partiendo de “Si te pego una hostiaca, te pongo a bailar”? ¿Y cómo de “Te voy a dar dos yoyas que te voy a dejar tieso” a “Te daré dos años, te haré rígido?

Pero lo más curioso es cuando se pone enigmático: del “Quien no tiene nada que hacer con el culo mata moscas” a “¿Quién no tiene nada que ver con las nalgas para matar moscas?”.

Lo dicho, un pique. Y, como todo pique, solo para nalgas muy desocupadas.