era previsible que la ultraderecha sociológica, hasta la aparición de Ciudadanos únicamente anidante en el PP, enseñara al fin las garras, siquiera por pura ósmosis con el populismo autoritario creciente en Europa. Pero, lamentablemente, también España constituye un caso único ante la emergencia de Vox. Pues, así como en el resto del territorio comunitario los partidos conservadores refutaron el discurso xenófobo y maniqueo, en la piel de toro las formaciones equivalentes han interiorizado esa dialéctica hasta el punto de competir en radicalidad. Tal asimilación ha legitimado esa retórica destructiva de los valores humanistas que deben soportar toda democracia, con la circunstancia agravante de que en España se aprovecha el viaje para intentar pulverizar el Estado de las Autonomías, azuzando el agravio entre paisanos además de la inquina al extranjero y al diferente. A esta dinámica centrípeta de homogeneización, con apoyo ciudadano al alza, ha contribuido sobremanera la nefasta gestión del conflicto catalán, subrogado en los tribunales y en la Policía por el desestimiento de la política de impronta pactista. Exacerbados en las instituciones los símbolos en lugar de los argumentos, se abona el campo para que germinen en la calle los maximalismos, una lección de la que deberían extraerse conclusiones inmediatas. Con la irrupción de Vox asistimos a la definitiva fragmentación en tres del centro-derecha clásico, extraviando ya el PP como cuatro millones de sufragios con destino preferente a Ciudadanos. Una vez extremadas las posiciones de esas tres siglas por el vertiginoso escoramiento a la diestra, se consolida por decantación la estructura de acuerdos vigente tras la moción de censura a Rajoy. Urge una reflexión del compendio de actores de ese amplio espacio de progresismo transversal y necesariamente pragmático para sostener en el tiempo un Estado de prosperidad mediante una economía pujante y redistributiva, equitativo además de igualitario, cohesionado socialmente, respetuoso con los variados sentimientos de pertenencia y garante de las libertades públicas y privadas. Todo sea para frenar al neofascismo galopante a lomos de voto trufado de odio y miedo.