pienso en los enfermos terminales que murieron tarde y mal, así como en los que tuvieron que marcharse lejos para expirar de acuerdo a sus deseos. Y también en los allegados que se desvivieron por todos ellos, incluso brindándoles un auxilio compasivo a riesgo de acabar en la cárcel. A la memoria de esas personas dolientes se le debe en primer lugar la tardía aprobación de una ley de eutanasia, ayer tomada en consideración en el Congreso por tercera vez en veinte meses, un trámite interrumpido en 2018 por el adelanto electoral y en 2019 por el bloqueo cerril de la derecha. Tras los debates de la comisión de Sanidad y la ulterior revisión en el Senado, por fin parece que será la vencida y que la muerte digna se considerará este mismo año como un derecho para quienes padezcan una enfermedad grave e incurable o invalidante que cause un sufrimiento insoportable. Una regulación inspirada por una perspectiva de pura humanidad desde el respeto a la libertad de cada cual y con base en la igualdad de oportunidades que asegura la sanidad pública. El garantismo exigible a una norma de semejante incidencia ciudadana -como seres mortales todos- alcanza tanto a los beneficiarios del derecho como a quienes deben procurarlo, privando de argumentos racionales a los sectores sociales más reaccionarios. En el caso del paciente, al fijar un mes de plazo entre la solicitud escrita a su médico y el cumplimiento efectivo de la última voluntad, con la consulta sucesiva a otro facultativo y a una comisión de control como aval adicional. Respecto al personal sanitario, con el reconocimiento de la objeción de conciencia y el arbitrio de un registro que la consolida. Y todo sin perjuicio de la generalización de los cuidados paliativos, que en ciertos entornos a menudo se tornan en un ensañamiento terapéutico nada piadoso en nombre paradójicamente de algún Dios. Bélgica, Luxemburgo, Holanda y Suiza, además de siete estados USA o Canadá por ejemplo, incluyen en sus avanzadas legislaciones la eutanasia activa y/o el suicidio médico asistido. Y en todos esos lugares se vive bastante bien y se muere mejor. Que así sea aquí.