ste 2020 que por fin se larga ha sido el año de las más crudas despedidas, camino del millar de fallecimientos confirmados en Navarra por la covid y buena parte de ellos en soledad, pero también de los descubrimientos, las luces entre tanta sombra. El primero de los hallazgos, la trascendencia de los casi 20.000 profesionales sociosanitarios que se han erigido en la fuerza de choque contra el coronavirus en Navarra aun a costa de su propio pellejo. En esos centros hospitalarios y residenciales que se nos han revelado como los baluartes de todas y cada una de nuestras vidas, con el añadido de evidenciar la relevancia de los servicios públicos en tanto que garantes de la igualdad de oportunidades incluso para plantarle cara a la muerte. Un formidable escudo social en su vertiente asistencial necesitado de una mayor financiación y que además precisa de los complementos indispensables de la investigación científica y de la innovación productiva, ahora marías en los Presupuestos tratándose de dos factores determinantes para la autosuficiencia económica ante las pandemias que nos sobrevendrán si no median cambios de raíz respecto al calentamiento global y el bienestar animal. Más allá del agradecimiento a los trabajadores en primera línea de covid y ya con plena consciencia de las prioridades de inversión, nos adentraremos en el 2021 con un mayor sentido de comunidad merced al despertar de la empatía con los semejantes para aquilatar una inteligencia emocional colectiva. A lo que agregar ya desde la esfera individual una ganancia en autoconocimiento, identificando debilidades como los miedos escondidos en lo más recóndito y también fortalezas, por ejemplo la resistencia a las dificultades sacando fuerzas de la vulnerabilidad extrema y además con una capacidad de adaptación a menudo sorprendente. Con las excepciones de rigor de los más cenutrios entre los mamelucos, la pandemia nos ha servido para otorgar verdadero valor a las pequeñas cosas, a esas rutinas que no apreciábamos en aquella cotidianidad que creímos perenne, y a lo más grande, los afectos en forma mayormente de besos y abrazos, todos guardados para cuando podamos repartirlos sin restricciones de intensidad y duración. Algo tan sencillo como vivir sin mascarilla, eso le pido al año nuevo porque significará que recuperamos la vieja existencia con todos los saberes que hemos incorporado en este vía crucis.

Salvo los más mamelucos, ahora damos valor a esas rutinas que no apreciábamos y a lo más grande, los afectos guardados para cuando se puedan repartir sin restricciones