ste tiempo de parón e incertidumbre está poniendo muchas cosas en su sitio, un nuevo orden, un nuevo marco de prioridades, de relaciones, en el que las personas estamos más en el centro, viviendo hacia dentro sin posibilidad de ocultar lo verdaderamente esencial, quedando más al descubierto. Mostrándonos tal como somos. Porque a veces la distancia, la falta de contacto y de comunicación presencial, la imposibilidad de interactuar unos con otros, nos lleva a mostrar las verdaderas emociones, las que están aunque no se digan, las que se sienten aunque no se vean. La covid llegó hace un año y nadie sabía cuánto tiempo pensaba quedarse, ahora sabemos que viaja sin billete de vuelta, que aparece sin verle y sin que sepamos cuáles son sus intenciones. Era y es un virus difícil, imprevisible y muy contagioso que lanza incertidumbre a su paso. Antes sabíamos menos, ahora conocemos más pero aún y todo cometemos errores porque nos acercamos a él pensando que es posible una cierta convivencia y no lo es. Las medidas de prevención, las vacunas, las restricciones, la responsabilidad individual, las decisiones políticas, la respuesta del sistema sanitario son una suma necesaria para tratar de superar esta pandemia. Creo que entre todos los sectores implicados hay uno que sobresale, que siempre está, los 365 días del año, y al que deberíamos mirar más y mejor, porque entre nuestros errores está el que olvidamos fácil y que no agradecemos lo suficiente cuando hay mucho que agradecer a los profesionales de la salud. Queremos que no nos limiten la movilidad ni las libertades, pero no renunciamos fácil a todo aquello que no implica sanción, y al mismo tiempo culpamos a los gobiernos y a los responsables políticos por no frenar un virus que, no lo olvidemos, se contagia de persona a persona, a veces por la actitud de cada uno de nosotros y nosotras, otras por azar o por despiste, otras por falta de medidas de prevención. Llevamos meses viviendo abrumados entre cifras y datos que gran parte de la población no entiende del todo o no es capaz de poner en su contexto. Datos comparativos que sirven como meros indicadores con los que modelar la realidad, pero que en sí mismos esconden más de lo que enseñan. Datos de positivos, negativos, PCR, incidencia acumulada, rastreadores y ahora vacunas. Datos mostrados en un triste ranking, en una lamentable carrera mediática que deja al descubierto muchas de las carencias de la profesión periodística y de los medios de nuestros días, a vedes más preocupados por tener una noticia, cierta o no, que por contar la verdad. Y este virus, lo estamos viendo, se mueve muy bien entre tanta desinformación interesada.

La covid llegó hace un año y nadie sabía cuánto tiempo pensaba quedarse, ahora sabemos que viaja sin billete de vuelta y sin que sepamos cuáles son sus intenciones