511 personas voluntarias: sin duda uno de los mayores tesoros que tiene Anfas, la asociación navarra en favor de las personas con discapacidad psíquica. Se dice pronto pero son un ejército de gente la que acompaña a más de 1.300 personas con discapacidad intelectual o trastornos del desarrollo, y a un total de 1.567 familias, en su andadura por las diferentes etapas de la vida. Familias que han visto avances que nunca hubieran imaginado en estos chavales gracias a asociaciones que más que nunca necesitan un apoyo decidido de la sociedad (y su visibilidad en positivo) y de las instituciones públicas (recursos). Desde atención temprana para niños y niñas de 0 a 3 años hasta viviendas tuteladas para lograr una mayor autonomía en adultos pasando por talleres de envejecimiento activo, técnicas para conseguir un trabajo y, ante todo, ganar confianza en ellos mismos. Formación, capacitación, refuerzo escolar, espacios para el ocio y la cultura, actividades de tiempo libre... Talleres de pintura, baile, gimnasia, habilidades sociales... Un trabajo que aporta una gran satisfacción a voluntarios, usuarios y familias. Basta con leer la experiencia de niños como Markel Pérez de Lumbier para darse cuenta de ello. Gana en habilidades sociales, autoconocimiento y gestión de sus emociones pero todo lo que comparten a través de juegos y otras técnicas con otros chavales hace que no se quiera perder ninguna clase de las tres que tiene en Sangüesa.Tiene 7 años, es osasunista, quiere jugar al fútbol con sus amigos y estar en el cole con sus compañeros. Le apasiona la música y tocar la batería y jugar con su hermana Naia. De mayor quiere ser dentista y miembro de la comparsa de Lumbier. La pandemia les ha cambiado la vida. Antes de la covid eran habituales sus cenas, excursiones, salidas de domingo al cine o a pasear... Actividades que han sido sustituidas por otras con protocolos (hasta elaboran carteles que les ayuden a no perderse por los pasillos de los hospitales) con el objetivo de que vayan tomando las riendas de su vida. Muchos han encontrado en estos grupos de apoyo amigos y amigas con los que pueden salir de paseo y no estar siempre con su familia. "Viene contentísimo. Son sus vacaciones la tarde que va con Anfas y nuestro respiro", admite Maribel (madre). Ana María Regueiro y Rafael Alcaine, de 39 y 46 años respectivamente, viven en un piso tutelado en Sarriguren. Ambos trabajan (Tasubisa y Hospital San Juan de Dios) y su vida es un ejemplo de superación y de integración social plena. "Tienen mucho que aportar a la sociedad...los he visto como hospitaleros y son increíbles, haciendo cuentacuentos para niños y niñas también... se ayudan unos a otros, se apoyan...forman una piña. Son además personas tremendamente agradecidas", reconoce Esther Lerga, de Anfas. Un lujo para el periódico y sus corresponsales haber conocido a esta gran familia en las diez comarcas en las que trabajan. Porque, como señala Vicente (padre), estos críos te dan algo más que todos los demás porque "tienen algo más que dar" (vídeo Nadie nos va a parar).