Un reciente estudio de la Universidad de Vrije de Amsterdam ha detectado por primera vez la presencia de plásticos en nuestros flujo sangüíneo. Residuos que contaminan el planeta pero también nuestro organismo. Partículas que pueden viajar por todo el cuerpo hasta alcanzar nuestros órganos. Y saberlo nos produce escalofríos. Las nuevas tecnologías que permiten detectar partículas de tamaño nano y micro en muestras de sangre nos muestran la cruda realidad: el equivalente a una cucharadita de plástico disuelta en mil litros de agua. Y una tiene la sensación de que nos intoxicamos continuamente y que seguramente muchos tumores y enfermedades no deberían sorprendernos. Dicen que ingerimos una tarjeta de plástico por semana en forma de microplásticos. Hablamos de PET, polietileno y polimeros de estireno, materiales que están presentes en botellas de agua, films, tejidos de ropa, envases... en tales cantidades y en tantos formatos, incluyendo polvo, además de fibras de restos de neumáticos, colillas, vasos de café... que todo este residuo no biodegradable termina inundando no solo vertederos, también playas, desiertos, selvas, glaciares o fosas oceánicas. Hace dos años una bióloga descubrió en el fondo marino de las Marianas a siete mil metros de la superficie un nuevo tipo de cangrejo en cuyo intestino había fibras de microplásticos. Los comen gusanos, insectos, peces, aves y mamíferos; se introducen a través de algas, moluscos o los comen las tortugas marinas. Ingesta que, entre otros efectos nocivos, reduce la fertilidad de estos seres vivos y merma su sistema inmunológico, además de atrofiar la cadena alimentaria. Están el aire, en el agua, en los alimentos. Y su presencia en los océanos podría acelerar aún más si cabe el calentamiento global del planeta. La marea de residuos contaminantes ya no es sólo un problema medioambiental sino que se ha convertido en un problema de salud. Seguimos produciendo muchos más envases de los que necesitamos y dicen que lejos de revertir esta situación las grandes empresas petroquímicas están invirtiendo miles de millones en aumentar su producción ahora que la demanda de combustibles fósiles ha caído con la apuesta por las energías renovables. Es decir, el petróleo hay que rentabilizarlo de alguna manera. Y el plástico es un derivado. Quienes hemos tenido la oportunidad de conocer el funcionamiento de las plantas de basura y de separación de envases sabemos que mucha de la basura termina muy mezclada y es necesario separarla con toda la dificultad que eso conlleva para poder darle otra vida real. Además, muchos plásticos que se venden como reciclables en realidad sólo se pueden reciclar en productos de menor calidad. Y muchos residuos ni siquiera son reciclables como ocurre con los envases multicapa. Fabricar bancos y mobiliario urbano con restos de materiales sintéticos rescatados de la basura tampoco parece un proceso sostenible. Lo tenemos complicado, los productos de los supermercados siguen envueltos en mucho plástico. Y por mucho que se prohiban bolsas y plásticos de un solo uso el problema es de tal envergadura que el pequeño consumidor se siente impotente. Por no hablar de los bazares chinos... En nuestras manos al menos está separar correctamente.