no de los últimos días que se pisó nieve en Pamplona fue en marzo. No fue una nevada en toda regla, porque de esas casi ya no hay, pero pintó de blanco algunos rincones de la ciudad. Lo suficiente para calzarse botas y abrigarse mucho. Aquellos días ya había empezado el confinamiento, en los supermercados se formaban algunas colas porque fueron jornadas de abastecimiento a destajo -el producto estrella fue el papel de baño- y en el fondo nos enfrentábamos a lo desconocido. Luego llegó la utilización de la mascarilla en espacios públicos y varias normas más. Poco a poco nos hemos tenido que acostumbrar a lo que impone la enfermedad y también deberíamos haber aprendido a usar el sentido común como arma contra casi todo: la falta de responsabilidad, la mala información, la manipulación, el miedo. Hemos salido a las ocho a aplaudir a balcones y ventanas, y hemos visto pasar el verano pitando, con la ropa blanca perfecta en el armario. Nos hemos inventado las no fiestas para que algunos hicieran fiesta y el coronavirus siguiera a sus cosas. También hemos dicho adiós a distancia a conocidos y personas queridas. Los chavales volvieron al colegio, hicieron idas y venidas según los positivos, y nosotros ya sabemos lo que es pasar cuarentenas. Hemos intimado con los palitos de las PCR, han estado muy dentro.

Ha vuelto el aguanieve, han transcurrido nueve meses desde la ultima vez y todas las estaciones han ido pasando en una existencia de rutinas, fotocopias para la vida que nos hemos ido pasando unos a otros. Hemos tenido que ir al campo con cita previa, porque nos amontonamos en cualquier sitio, y nos hemos ido adaptando no del todo a esperar turno en lugares inverosímiles. Pero a esta pandemia cruel que sigue matando por cientos todos los días comenzamos a mirarla por encima del hombro, como si fuera parte del pasado, alentado todo por el anuncio de la llegada de las vacunas. También en esto hay que esperar turno. Queremos volver a lo de antes y lo de antes no puede volver.

Y mientras soñamos, es muy probable que entremos en el nuevo año surfeando, subidos en la cresta de la ola. La tercera.

Nos hemos acostumbrado a esperar turno para casi todo, también para subirnos a surfear en la cresta de esta nueva ola, la tercera