o hay una preocupación exagerada, porque ya hemos sido domesticados -salen otros a aullar a las calles por la pandemia esas cosas tan demodés de los microchips y otras sandeces multiplicadas por la necesidad de los medios de tener jaleo en la escena pública y qué mejor que fanfarria y humor-, pero creo que no ando desencaminado si encima de la mesa de la ciudadanía -junto con el precio de la luz y la broma nada risible de que suben productos básicos de la cesta de la compra- hay una inquietud con esto de la administración de la vacuna, un enorme fracaso de un gran sistema de organización y distribución al que se le ha pedido pedalear más fuerte y se le ha salido la cadena y que mira directamente a las capacidades de los políticos y su muy discutible habilidad para darle a la manivela a este asunto. Mientras se nos pide responsabilidad y estar a la altura, ellos no dan una.

Sí, se detecta cierto mosqueo. A la preocupación por la enfermedad -esto de las cepas es una pesadilla-, le sigue ahora la preocupación por la vacuna, que en términos generales supone estar en vigilia a la espera del turno para que te pinchen, de la vacuna que te pondrán, o cuántos listos se le han colado en la fila. Pero no sabes cuál es tu fila.

Vamos cumpliendo con las normas para contener la pandemia, pero los que nos imponen las normas resulta que han comprado vacunas a laboratorios que no cumplen con el acuerdo y que después de haber soltado el dinero se sienten engañados y agitados porque no han estado muy duchos -AstraZeneca, que ha disparado sus beneficios un 159%, prometió el acceso a 170 millones de dosis para 190 países, pero su retraso en la producción ha molestado a la Unión Europea, que entregó 870 millones de euros a la farmacéutica británica como financiación de la vacuna como en la compra de dosis-. No cabe duda que la adquisición del material y la distribución con orden y tiempo es un trabajo colosal, algo inaudito en este universo aparentemente tan ordenado. Sin embargo, no deja de llegarnos un cierto tufo a improvisación, a apariencia de gestión cuando se ha cogido todo por los pelos, con esta urgencia atolondrada que suele llevar a problemas.

En cuanto sopla el viento más de la cuenta, se nos desmonta el tenderete, hay un estruendo a cacharros por el suelo, sentimos que todo pende de un hilo, que lo que creemos que está bien montado no es para tanto. A ver si no aumenta mucho más este sonrojante desastre y la confusión se despeja. Para el aniversario.

AstraZeneca prometió el acceso a 170 millones de dosis para 190 países, la UE entregó 870 millones a la farmacéutica, pero la producción va con retraso