El Gobierno se ha empeñado, con razón, en regular y frenar los juegos de azar y las apuestas con una legislación de su publicidad restrictiva en grado sumo. El ministro de Consumo, Alberto Garzón, preparó un decreto ampliamente restrictivo en el que se prohibía los bonos de captación y en el que los anuncios de apuestas en radio y televisión quedarían reducidos a la franja de 1 a 5 de la madrugada. Sin embargo, por arte de birlibirloque, el decreto, que entrará en vigor el 1 de junio tras ser convalidado por el Congreso, se ha quedado a medias respecto a esta limitación durante retransmisiones deportivas que arranquen a partir de las ocho de la tarde.

El juego desaforado se está convirtiendo en una epidemia sin control, sobre todo ente nuestros jóvenes, por lo que debería prohibirse por completo su publicidad, como se hace con el alcohol o el tabaco. Urgen medidas reguladoras para proteger a los menores, el colectivo más vulnerable en un país en el que paradojas de la vida se abren más centros de apuestas que instalaciones deportivas o culturales. Pero también de limitación de apertura de centros de apuestas, que están creciendo como hongos en nuestras ciudades. Medidas que deben de ir acompañadas de la promoción de otros tipos de ocio para la juventud, cada vez más subyugada por internet, verdadero campo de juego para las nocivas apuestas.

Y precisamente ahí es donde es más difícil la intervención y regulación. La red es el principal campo de juego para jóvenes y mayores y por lo tanto su vigilancia y reglamentación es casi imposible ante la intransigencia de unas multinacionales tecnológicas que obtienen pingües beneficios. Las escenas de los jóvenes, muchos de ellos menores de edad, realizando apuestas en bares y locales son desgraciadamente cada vez más habituales y preocupantes. Las apuestas on line son ya la principal causa de ludopatía de unos chavales y chavalas que cada vez se enganchan a más temprana edad. Por eso es necesaria una legislación más restrictiva y que frene su acceso a dicha actividad. Con el juego no se juega.