la lucha por la igualdad real y efectiva entre hombres y mujeres en todos los ámbitos está calando -si bien no con la velocidad e intensidad necesarias y adecuadas- tanto en el espacio privado como en el público, poniendo de relieve la justicia de la reivindicación contra cualquier tipo de discriminación por razón de género. Y la masiva respuesta en Navarra a la convocatoria reivindicativa de la igualdad y los derechos de la mujer con motivo del 8 de marzo ha logrado otro año más el objetivo de visualizar la unidad y unanimidad femenina en torno a una reclamación histórica y sin embargo todavía pendiente bien entrado el siglo XXI. Una jornada de carácter eminentemente reivindicativo en favor de la igualdad y contra todas las formas de machismo que aún imperan en nuestra sociedad, de las que el maltrato y los asesinatos y agresiones sexistas son su exponente más brutal pero no el único. Tras la jornada de ayer queda poca duda de que la exigencia de un mundo paritario en el que el género no sea excusa de desigualdad supera ya fronteras, ideologías, etnias, regímenes políticos, religiones o clases sociales para convertirse en reclamación general de los 3.760 millones de mujeres (el 49,6% de la población) que habitan el planeta Tierra. Entre nosotros, en Navarra, con una rotundidad abrumadora. Las características de la reivindicación, la global y masiva respuesta femenina y feminista a la misma, muestran a la otra mitad de la humanidad, esos 3.830 millones de hombres, la necesidad de que tomen consciencia de su naturaleza, una naturaleza que aún mantiene en tantos ámbitos una situación de desigualdad carente de toda lógica y de que debe seguir sobreponiéndose, con celeridad ahora, a la misma. Pero, además, las formas empleadas en la reivindicación muestran otro modo, el modo mujer, de hacer las cosas. Convendría tenerlo en cuenta. Porque este 8 de marzo, 109 años después de que Clara Zetkin propusiera su celebración para reclamar el sufragio universal para las mujeres y 33 después de que la ONU institucionalizara la fecha como Día Internacional de la Mujer, ha constituido una nueva lección que no solo fortalece la reivindicación femenina sino que muestra un método ante los problemas que antepone lo esencial, lo justo, a las diferencias tantas veces origen de la injusticia. De la de género y de otras. En cualquier caso, las reivindicaciones deben pasar de la calle a las instituciones para garantizar la igualdad real.