En lo que va de año 2019 han desaparecido en el Mediterráneo casi 900 personas. Son cifras oficiales, pero no son reales. Un nuevo naufragio ayer ha dejado al menos otras 40 personas ahogadas. La cifra de víctimas es mucho mayor. Tras el lamentable y desolador pulso que tuvo lugar durante veinte días entre España, Italia y la ONG Open Arms en torno al centenar de migrantes rescatados y que se encontraban a bordo del buque frente a Lampedusa, la decisión del fiscal italiano de ordenar el desembarco de todos ellos parece ofrecer una luz al final del túnel a una crisis humanitaria de especial gravedad. Pero se trata de una salida excepcional, de urgencia, tomada en último término ante la “explosiva situación” a bordo y que no supone en modo alguno la solución real, digna y factible a un drama que se viene repitiendo desde hace muchos meses y que sin duda va a seguir produciéndose. La realidad del Open Arms, cuyos ocupantes estuvieron veinte días bloqueados en condiciones muy precarias y sufriendo una constante vulneración de derechos, había llevado a los migrantes a una situación límite por el deterioro físico y psíquico que padecen. Por ello, la opción tomada por el Gobierno español de enviar un buque de la Armada para asistir y trasladar a los migrantes a Mallorca, previa a la decisión judicial italiana, llegó de nuevo tarde y mal. Es obvio que a esta situación se ha llegado por la negativa de Italia, en una posición liderada por el ultraderechista vice primer ministro y responsable del Interior, Matteo Salvini, a que el Open Arms atracase en uno de sus puertos. Y ello merece una contundente condena política y probablemente también judicial. Sin pasar por alto que el discurso xenófobo, populista y electoralista de Salvini ha sido asumido en silencio por el resto del Gobierno, primer ministro incluido, por mucha crisis que atravesara el Ejecutivo de coalición. Pero ha sido la desidia absoluta, la incomprensible falta de previsión, coordinación y acción por parte de los Estados y de la Unión Europea lo que llevó a la insostenible situación a bordo del Open Arms, con riesgo real de pérdida de vidas. Una vez más, ha quedado tristemente en evidencia la práctica incapacidad de la UE para abordar políticas comunes en materias que excedan la economía o, lo que sería peor, su desinterés. Mientras se abrió la esperanza para 107 migrantes, el Ocean Viking, con 356 rescatados, también logró desembarcar. Es la prueba de que la solución, que debe ser urgente, está aún por llegar. Y la UE sigue inactiva.