en una palmaria prueba de falta de humanidad, en una organización que contradictoriamente se proclama compasiva y aun piadosa, el Arzobispado de Pamplona aduce que no son de su competencia ninguna de las denuncias actuales de víctimas de abusos en Navarra. La institución cuyos destinos rige Francisco Pérez argumenta que únicamente puede proceder si el religioso implicado ofició en el momento de cometer los execrables hechos como párroco o si daba clases en algún colegio dependiente de la diócesis. Eso sí, con la salvedad en este segundo supuesto de las cinco denuncias relativas al colegio El Puy de Estella, ya que el sacerdote falleció y el Arzobispado, según precisó un portavoz autorizado a este periódico, “no puede actuar contra los cadáveres”. Tan lamentable inhibición, vertiendo las eventuales responsabilidades indagatorias sobre las órdenes de los religiosos cuestionados, supone antes que nada revictimizar a los damnificados por la veintena larga de abusos ocurridos entre 1958 y 1983 que DIARIO DE NOTICIAS ha destapado en los últimos meses. Unos hijos de Dios, según la doctrina de la Iglesia, que siguen esperando tres meses después a que el Arzobispado atienda la solicitud de trasladarles los protocolos de actuación de la diócesis en estos casos. Otra muestra de desdén para estas víctimas en concreto que abunda en la extendida impresión de que la jerarquía católica española minimiza a efectos prácticos los abusos pese a su política declarativa de rechazo de los mismos, subestimando su carácter degradante, las gravísimas consecuencias para sus víctimas y el grado de perversión que revelan. En apariencia, el Arzobispado pamplonés parece secundar la tesis de las manzanas podridas en el seno de la Iglesia, como si esas personalidades abusivas no se hubieran beneficiado de la negligencia de la superioridad eclesiástica para investigar e incluso del encubrimiento en sus entornos, con el aditamento de la instrumentalización de la justicia canónica para apaciguar a las víctimas y mantenerlas asidas al secreto de confesión. El Arzobispado de Pamplona debe rectificar con urgencia, también para preservar su dignidad e imagen, por ejemplo a semejanza de su homólogo de París, que acaba de suscribir un convenio con la Fiscalía para estructurar una vía rápida de lucha contra los abusos. En ese protocolo, la entidad religiosa se compromete a denunciar a los agresores aunque no lo hagan las víctimas. Para tomar nota, señor arzobispo Pérez.