la Guardia Civil detuvo en la tarde de ayer al presunto autor de una agresión leve a un agente en el marco de unas identificaciones policiales después del cruce de seis contenedores de basura en Altsasu en la noche del miércoles, en el contexto de las celebraciones de Santa Águeda. Hasta aquí lo sucedido, según el relato literal de fuentes oficiales, que a efectos legales se salda con una acusación de atentado contra agente de la autoridad que deberá aquilatarse en sede judicial y con cuatro denuncias más por los desórdenes públicos. Desde el presupuesto del firme rechazo preceptivo a estos hechos lamentables, referentes del espectro político de la derecha y la práctica totalidad de los medios de comunicación situados en la órbita conservadora se refirieron sin embargo a lo acontecido en Altsasu como "linchamiento" en fase de tentativa o consumada, así como de "emboscada", agregando en sus valoraciones términos como "matonismo abertzale" y "ecosistema del odio", entre otros. Lo que supone no solo una flagrante conculcación de la verdad sino un intento palmario de volver a criminalizar a todo un pueblo, en línea con la clamorosa tergiversación que concurrió tras los reprobables incidentes nocturnos de octubre de 2015 en el alsasuarra bar Koxka con dos guardias civiles implicados, sustanciado en un procedimiento nada menos que por terrorismo y a la postre resuelto con unas condenas absolutamente desproporcionadas. En el fondo, entonces y ahora, una intencionalidad política más que en evidente. Y en el presente caso, por partida doble además. En primera instancia, para verter ponzoña sobre el Gobierno transversal de Chivite, tanto por haberse conformado merced a la abstención de EH Bildu como por el apoyo de esta sigla a los primeros Presupuestos de la legislatura; y, para continuar, con el ánimo de enfangar la restitución de la competencia de Tráfico a Navarra propalando una falsa afrenta a la Guardia Civil por el hecho de restañar una injusticia histórica con la Comunidad Foral perpetrada por la dictadura. La resultante es que Altsasu se ha convertido en un señuelo de la derecha, en un arma arrojadiza que manosear a conveniencia menospreciando los esfuerzos en pro de la convivencia en el pueblo. Nadie debiera olvidarlo para no alimentar a los profesionales de la manipulación.