sa pregunta lanzada estos días atrás como una reflexión previa a este 8 de Marzo - '¿Qué haces por la igualdad?'- da en el clavo al emplazar a la parte masculina de la sociedad y empujarle a buscar respuestas, tanto en lo que concierne a lo cotidiano de la vida como al ámbito profesional. El concepto de igualdad se exhibe con demasiada ligereza en declaraciones y compromisos públicos, pero a la hora de profundizar, de llenarlo de contenido, salta a la vista que el freno sigue echado, y lo que debería ser un compromiso por hacerlo realidad día a día queda desmentido, no solo por los comportamientos individuales, sino por las aplastantes estadísticas. Y basta con echar un vistazo a los datos refrescados durante esta misma semana, que ponen de manifiesto los escasos cambios experimentados de un 8-M a otro, huelga general incluida. La fotografía no ha cambiado mucho; en el ámbito académico, las mujeres no solo son más en número, también se codean, cuando no superan, en los resultados obtenidos en estudios superiores. Esa preparación no tiene luego reflejo a la hora de entrar en el mercado laboral. El desempleo, la precariedad, la brecha salarial, se ceban más en las mujeres que en los hombres. La tasa de empleo se sitúa en las mujeres en el 48,7%, siendo particularmente acentuado en el sector de población con más de 55 años. En cuanto al paro, la tasa es superior en dos puntos a la de los hombres. Resulta elocuente que una de cada cuatro trabajadoras tiene contrato parcial y dos de cada tres empleos precarios son desempeñados por ellas. Como remate, la brecha salarial tiene luego su reflejo en las pensiones. Siguiendo esa cadena de dificultades para acceder al empleo, otra batalla por la igualdad en el ámbito laboral es la del acceso a los puestos directivos en las empresas, puestos de toma de decisiones que acogen a mujeres en un 35% de los casos. Y llegando al extremo, solo una de cada diez empresas de la Comunidad Foral tiene al frente a una mujer. Tras este 8-M que volverá a llenar las calles de reivindicaciones, muchos retos quedan por delante, desde una negativa -por absurda e impúdica- lucha dentro del feminismo a la amenaza neomachista de la ultraderecha. Un desafío social y democrático que solo será posible superar si no es con el empeño y el apoyo colectivo.