l próximo lunes comienza la denominada Fase Uno de la desescalada en Navarra. Como su propia definición indica, es aún un escenario incipiente, restrictivo y limitador de muchas actividades. No es, por tanto, un ejercicio de funambulismo arbitrario. Las condiciones fijadas para poder acceder a cada una de las fases de la desescalada son objetivables y contrastables; revisables y adaptables. Lo advierte hoy en DIARIO DE NOTICIAS el director de Salud Carlos Artundo. Su activación no prejuzga una hoja de ruta rígida ni impide restaurar las cautelas que sean precisas. Desde esa perspectiva, hay debates estériles que deberían desactivarse por sí solos: tanto aquellos que reprochan su aplicación obviando el razonamiento objetivado de la decisión como aquellos que presionan para acelerar su puesta en marcha allí donde aún no se acreditan las condiciones. El sentido común es fundamentalmente conservacionista porque el de conservación es un instinto natural. Los hechos han demostrado la eficacia de las medidas adoptadas y han desmentido también argumentos partidistas que han cuestionado la eficacia de Osasunbidea y de las medidas adoptadas progresivamente ante la crisis del COVID-!9. Las estructuras sanitarias han gestionado los momentos más críticos de la pandemia con razonable eficacia, una creciente dotación de recursos y una entrega loable e incuestionable profesionalidad en todos los colectivos implicados. Pese a los avances y los riesgos, sin embargo, difícilmente la sociedad se librará de las ocurrencias políticas, de las exigencias partidistas sin sentido o de los bulos y manipulaciones del debate público. Tampoco cesará el señalamiento de las prácticas ajenas, de las razonables y de las que no lo son, mientras no se sustituya la inseguridad por certezas que dependen más de la capacidad global de desarrollo de medicamentos y vacunas que de cualquier otra circunstancia local. En este contexto, acometer la Fase Uno de desescalada debe evaluarse como un paso adelante; cauteloso y que apela, por encima de todo, a nuestra capacidad social para recuperar el pulso de la vida sin caer en la irresponsabilidad o en la relajación. Porque, por delante de nuestra capacidad colectiva de gestionar con recursos propios las urgencias sanitarias, de rescatar el potencial económico de Navarra para transformarlo en bienestar, está la responsabilidad individual. La que no tiene siglas de ningún tipo ni prioriza más objetivos que los de la convivencia segura y respetuosa. La que hay que practicar en cualquier fase.