abrá Presupuestos Generales del Estado, por si en las últimas semanas había quedado alguna duda. Es una buena noticia. Imprescindible para afrontar una estructura de gasto que requiere de la adaptación de las partidas a una realidad que dista mucho de la que hace dos años y medio justificaba las últimas Cuentas que diseñó Cristóbal Montoro. La recuperación socioeconómica, en términos de bienestar ciudadano y de reactivación de la capacidad de generar riqueza, es el reto de 2021. Los ruidos que vienen rodeando el proceso negociador están sistemáticamente alejados de esa prioridad, resultan casi ridículos ante la magnitud de lo que se avecina y la profundidad desde la que es preciso aflorar. En ese sentido, la confirmación del respaldo del PNV a los presupuestos de Pedro Sánchez aporta la mayoría suficiente para su aprobación, tras el respaldo anunciado por el bloque independentista de ERC -ayer mismo- y EH Bildu -antes incluso de definirse los términos de su acuerdo- a la gobernabilidad del Estado. Y Sánchez aún aspira a sumar más apoyos a estos 180 que le garantizan la mayoría absoluta, como le garantizaron el éxito de la moción de censura a Rajoy y su investidura como presidente hace un año. En todo caso, la materialización de las cuentas sigue siendo un proceso abierto que debería servir para incorporar aún más consenso, descartado como está el de las derechas que han situado la prioridad de su boicot a la realidad definida por las urnas sobre las necesidades ciudadanas. El escenario sería halagüeño si no estuviera estrechamente marcado por el futuro de los Fondos Europeos tras la amenaza de veto de Hungría y Polonia, si la UE les obliga a cumplir con los principios y valores democráticos que regulan su funcionamiento. Una sombra a la que se añade también la incógnita por la relación compleja que empieza a ser endémica en el seno del Gabinete Sánchez entre ministros del PSOE y de Unidas Podemos. Es cierto que para ser el primer Gobierno de coalición de la historia reciente del Estado español y la presión constante e intentos de derribo al que está sometido desde su inicio por los poderes fácticos conservadores, la experiencia avanza y tiene estabilidad presupuestaria suficiente. Pero siguen sin funcionar del todo los mecanismos internos de coordinación ente los socios de Gobierno. Y si no se buscan soluciones a esas sombras, la actual estabilidad puede tornarse en inestabilidad a medio plazo.