as cifras no engañan. En los últimos tres años, desde el 1 de enero de 2018, la población extranjera en Navarra ha crecido un 22,7% con la incorporación de 20.014 personas. Dado que el aumento de población ha sido de 13.469 personas en este mismo periodo de no haberse producido movimientos migratorios el saldo hubiera sido negativo con un exceso de más de 6.500 habitantes. Los países centroamericanos, especialmente Honduras, Nicaragua o Venezuela, que han duplicado población, y la llegada continua de inmigrantes latinos procedentes de Perú o Colombia han empujado el crecimiento. Otro crecimiento importante es el de la población marroquí, actualmente la más numerosa, y que ha crecido un 32%. En 2020 también creció la comunidad pakistaní en un 7,3%. En total, tenemos un 16,36% de la población empadronada nacida en otros países. Población que supone mano de obra en muchos sectores, nuevos cotizantes, nuevas culturas, personas que cuidan de nuestros mayores y enfermos, gente joven en edad fértil que forma familia, y, en definitiva, savia nueva. La inmigración contrarresta con el inexorable envejecimiento de la población en Navarra y en el Estado. Ayer mismo la presidenta del Ejecutivo foral viajaba a Soria para defender el emprendimiento y la innovación social como claves para luchar contra la despoblación rural y devolver el atractivo a los pueblos. Defendió además proyectos como el público-privado Ebro Food Valley y de I+D en agricultura, o medidas como incentivos fiscales a empresas y autónomos que aterrizan en entornos rurales, en alianza con los agentes rurales. También Sánchez ofreció una "alianza contra la despoblación" a todas las comunidades. Atraer a población inmigrante a los pueblos puede ser precisamente unas de las recetas para este momento para resolver un problema de calado mundial. Aunque algunos países siguen registrando crecimiento poblacional, sobre todo en África, las tasas de fertilidad están disminuyendo casi en todos los demás lugares del planeta y los demógrafos pronostican que, en la segunda mitad del siglo o quizás antes, la población global va a iniciar por primera vez un descenso constante. No podemos mirar hacia otro lado, y menos Europa, ante una inmigración que, principalmente con la pandemia, ha visto empeorar sus condiciones de vida y que, desde África, con o sin controles de fronteras, seguirá subiendo por Ceuta o Canarias.