L fin, a partir de hoy, de la obligatoriedad del uso de la mascarilla en espacios abiertos en determinadas situaciones puede significar un pequeño alivio tras un año de duras restricciones, pero en ningún caso debe suponer la proscripción, siquiera parcial, de un instrumento que ha sido fundamental en la lucha contra el covid-19. Hasta la llegada de la vacuna e incluso en el proceso de inmunización, la mascarilla nos ha salvado la vida, junto a otras medidas igual de necesarias como la distancia personal y la higiene de manos. Y quizá puede seguir haciéndolo, porque el riesgo de contagio persiste según los datos actuales. El virus no ha desaparecido, e incluso se esta volviendo aún más contagioso a través de las distintas cepas en las que está mutando. El reciente contagio masivo de cientos de estudiantes en su viaje de fin de curso a Mallorca muestra que el coronavirus sigue muy presente entre nosotros y que el verano incrementa los riesgos por el mayor contacto social, sobre todo entre los más jóvenes, la población todavía sin vacunar. Precisamente Navarra adelantó ayer las novedades en el plan de vacunación para el verano en los grupos de edades de 30 a 40 años, con el objetivo de inmunizar a este sector de la población. Y es que con los colectivos más vulnerables ya protegidos o en vías de lograrlo, el impacto más dramático del covid-19 está en recesión, pero la enfermedad sigue teniendo efectos muy negativos en la salud personal, en el sistema sanitario, en la calidad de vida de las personas afectadas e incluso en el margen de recuperación de la actividad económica. Ninguna enfermedad tiene un impacto cero, y de hecho convivimos con muchas de ellas y sufrimos sus efectos, pero no es tampoco ni social ni éticamente aceptable la asunción de una especie de impacto "asumible" de la pandemia. De ahí que en el momento en que el uso de la mascarilla en la calle -siempre que se garantice una distancia entre personas de más de metro y medio y no se den situaciones de aglomeración-, haya que seguir apelando a la prudencia, a la cautela y al sentido común. Más allá de la sonrisa y de la euforia mostradas por la ministra Darias, la mascarilla sigue siendo imprescindible en espacios cerrados y aún en el exterior en casos de contactos directos y concentraciones de personas y es un medio eficaz de prevención para protegernos y proteger a los demás.