a multitudinaria celebración de ayer de la Diada recuperó las movilizaciones en la calle que quedaron interrumpidas en 2020 por la pandemia y supuso un exhibición de fuerza previa a la cesa de diálogo con Madrid. Aunque con menor afluencia que en años anteriores, la fuerza e intensidad de los mensajes soberanistas no decayó pese a la evidente división sobre la hoja de ruta y la estrategia a seguir de los partidos independentistas. Bajo el lema Luchemos y ganemos la independencia, la ANC convocó la manifestación de esta Diada del 11 de septiembre con salida la plaza Urquinaona, escenario de duros enfrentamientos durante las protestas contra la sentencia del procés. La convocatoria era la primera desde los indultos a los presos del procés y en ella participó el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, que fue objeto de algunos silbidos. También quedó clara la desmovilización respecto a anteriores ediciones. La marea independentista conmemoró la caída de Barcelona en manos de las tropas borbónicas al mando del duque de Berwick durante la guerra de sucesión española el 11 de septiembre de 1714, derrota que trajo la abolición de las instituciones catalanas. La reivindicación festiva, no obstante, no empañó la división interna en el independentismo sobre cómo encarar la mesa de diálogo con el Estado, que se reactiva la semana que viene. Mientras Aragonès y ERC la consideran una oportunidad de oro para plantear las reivindicaciones de amnistía y autodeterminación en un marco oficial y estable con el Gobierno de Pedro Sánchez, para JxCat y la CUP se trata de una pérdida de tiempo. Bilateralidad o unilateralidad, esta es la cuestión que ponen sobre la mesa los principales actores políticos catalanes y que está aún lejos de resolverse. Los partidarios y detractores de negociar dejaron ayer clara su postura durante la marcha -y en las declaraciones previas y posteriores- evidenciando una clara división del soberanismo. La falta de acuerdo sobre la ampliación de El Prat deja patente la gran distancia entre los independentistas pese a la retórica y las habituales llamadas a la unidad. La mesa de diálogo de la próxima semana será definitiva, aunque amplios sectores no dejan de mostrar su escepticismo y desencanto por las posturas de partida del Gobierno de Sánchez.