a realización en varios albergues de Bilbao en los que están acogidos refugiados que han huido de Ucrania, de diversas pintadas con símbolos utilizados por los soldados rusos que han invadido ese país, y que son utilizados también como exhibición de apoyo a la guerra provocada por Vladímir Putin, ha causado rechazo, estupor e irritación en este país. Como antes lo han causado las pintadas xenófobas y racistas contra otros colectivos de inmigrantes y refugiados o el señalamiento de los mismos -en especial de los menores no acompañados-, vinculados a la delincuencia. Desde que estalló la guerra y millones de personas tuvieron que abandonar su hogar y su país huyendo de la muerte y la destrucción, Navarra y la CAV se han convertido en tierras de acogida, solidaridad y refugio. Estas pintadas, firmadas por unos autotitulados Antifaxistak que en realidad utilizan métodos y estrategias propias del fascismo y cuya autoría está investigando la Ertzaintza, sorprende y avergüenza a la mayoría de una sociedad que ha hecho de la solidaridad y el recibimiento parte de sus señas de identidad como pueblo. Porque lo único que buscan es agredir, herir y amedrentar a personas vulnerables que lo han perdido todo -algunos, incluso a familiares- a causa de una guerra en la que son víctimas inocentes. Es la constatación palpable de la existencia de la intolerancia y el odio en nuestra sociedad. Basta recordar recordar que hasta 137 incidentes de odio (131 de ellos delitos y 6, infracciones administrativas) fueron registrados en Navarra en el periodo comprendido entre los años 2016 y 2020, según se recogen en el Informe de los Delitos de Odio en Navarra 2016-2020, elaborado por investigadores de la UPV/EHU. Se trata, en su mayoría, de incidentes cometidos por causas relacionadas con el racismo y la xenofobia, y también motivados por la orientación o la identidad sexual -que son precisamente los que más han aumentado-, aunque también los hay, en menor medida, por razones de sexo, diversidad funcional, ideología u orientación política, creencias o prácticas religiosas y la aporofobia u odio a las personas pobres. Una sociedad madura, abierta, plural y democrática como la navarra debe aplicar, sin excusa alguna, la tolerancia cero contra el odio al diferente porque nada justifica la agresión verbal, física o la amenaza en cualquiera de sus formas contra personas o colectivos.