La trasposición de la directiva europea sobre conciliación familiar se materializa mediante un decreto que busca suspender la sanción acumulativa que aplican al Estado las autoridades de Bruselas. Pero, más allá de este extremo, que explica la prisa del momento en vísperas de que la multa diaria se multiplique a partir de agosto, el marco legal que se establece refuerza un compromiso social y político en el marco europeo en defensa de la conciliación familiar, en primer lugar, pero también del fomento y ampliación de esa realidad familiar.

El abismo demográfico en el que se encuentra Europa y del que el Estado no es excepción, anima a incentivar políticas familiares en favor de la natalidad. La participación en la crianza de las y los hijos también es un modo de equilibrar los usos y costumbres sociales en materia de género, incentivando la corresponsabilidad reduciendo un impacto económico, objetivable en las posibilidades de las familias.

Las 17 semanas remuneradas por nacimiento y las dos adicionales por crianza buscan ese doble objetivo de igualar los géneros en la asunción de responsabilidad y de buscar un incremento de la natalidad. Este aspecto se complementa con la equiparación en el caso de adopciones y el refuerzo de las semanas con cobertura –que abonará la Seguridad Social– en los casos de familias monoparentales.

Los flecos pendientes tras esta iniciativa son varios. En primer lugar, su propia aprobación en el Congreso depende de blindar la iniciativa del clima de confrontación que marca su actividad. Someter esta medida a otras estrategias –bien de desgaste, bien conectándola a otras iniciativas no vinculadas a este objetivo– cosecharía el reproche social. Pero afrontar estas medidas, y otras como la prestación universal por crianza, demanda una estabilidad financiera que deberían aportar unos presupuestos que aún no existen.

Y, después de todo ello, aún quedará encarar los usos y costumbres sociales crecientes que se alejan de la paternidad y maternidad, identificadas en parte del imaginario colectivo como un freno a la realización personal y la calidad de vida entendida como capacidad de consumo. No son retos menores.