Lo que acontece en Gaza durante estos días es una oportunidad inigualable para la paz y para la esperanza. El cese de las matanzas y la entrada de ayuda para rescatar del hambre a miles de gazatíes llevados a tal extremo a propósito por la estrategia de Israel es un logro que hay que apuntar como propio a la Administración de EEUU liderada por su presidente, Donald Trump. Sin embargo, en un proceso como el vivido en Oriente Medio durante los últimos dos años, enrevesado en su génesis inmediata, y cargado de un historial de décadas de desencuentros y recelos mutuos y de violencia y dolor en todos los formatos conocidos, conviene no desprenderse de la prudencia y de la cautela a la hora de analizar lo que acontece.
Es evidente que la liberación de los rehenes israelíes aún con vida y que estaban en poder de distintas milicias palestinas, todas ellas, tributarias de Hamás, y la consiguiente excarcelación de presos palestinos que cumplían pena en cárceles hebreas no hace más que confirmar que los primeros pasos del plan de paz norteamericano siguen su curso. De hecho, la población de la franja ya está regresando a lo que un día fueron sus hogares y que hoy solo son millones de toneladas de escombros esparcidos por los cuatro puntos cardinales. Allí no queda nada en pie y es evidente que se requerirá de un esfuerzo y de una inversión sobresalientes para recuperar la viabilidad de una zona sobre la que se ha derramado la sangre de más de 66.000 personas. Para llegar hasta ese punto, también troncal y que requerirá de un programa específico, el plan con una veintena de puntos elaborado en el Capitolio tendrá que asegurarse cuestiones no baladíes para lograr que el armisticio sea estable y duradero, como un eventual proceso de desarme de Hamás, la puesta en marcha de un gobierno de notables para la zona y, por encima de todo ello, evitar la exclusión del pueblo palestino como único dueño de su propio destino.
Es evidente que esas variables son complejas de por sí dadas las circunstancias, pero pueden ser verificables y, por tanto, y hasta cierto punto, pautadas. Ahora bien, la actual situación de cese de hostilidades ha introducido matices muy importantes que han modificado el tablero estratégico que definía las relaciones en la zona. Esos cambios pueden llevar a actores principales hasta la fecha a la tentación de propiciar movimientos interesados en la recuperación del conflicto como excusa que sirva única y exclusivamente a intereses particulares y espurios, en uno y en otro lado.