Los tilos han empezado a dejar caer las hojas amarillas. Sobre el gris del suelo crean un contraste vibrante que recorro como si pisara una alfombra. Si además sopla bochorno y las levanta y, más además, si esa ventolera me incluye y me veo rodeada de hojas que giran y alternan su haz dorado y su envés lívido mientras se mantienen casi flotando, pues qué les voy a contar, es un momento feliz. Los tilos están centrados y no dan más que satisfacciones.

Se me cruza esta sensación de bienestar con la noticia de que Standard&Poor’s ha mejorado la valoración de la solvencia económica de Navarra, que somos la región europea con mayor calificación crediticia, dos escalones por encima del Estado y a solo dos niveles de la matrícula de honor. Ahí es nada.

Pero hace unos días también, empezado octubre, en la Media Luna, por detrás de la barandilla que da al talud, un castaño de indias pequeño ha empezado a florecer como si tocara. No sabe que va contracorriente. Se ha fiado del ambiente cálido. No será el único y vendrá el frío y helará las flores y quién sabe cómo enfrentará la próxima primavera.

Y en consonancia, la Red Navarra de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social ha recordado que el 18,3% de la población navarra vive en riesgo de pobreza y/o exclusión social (¿es más claro decir casi dos de cada diez personas?) y que la tendencia en la última medición era el aumento, por lo que solicitan políticas públicas valientes y efectivas.

Sé que el comentario académico y sensato a lo anterior es que cada indicador mide una cosa y que no hay que mezclar, que es ignorancia y populismo. Pero estarán de acuerdo conmigo en que algo chirría, ¿no?