EL Congreso tumbó ayer, como se venía anticipando, la propuesta de senda de estabilidad presupuestaria que fija el horizonte de déficit en cuyo marco deben moverse los diseños de las cuentas públicas para los próximos tres ejercicios. Detrás de la confrontación se ha impuesto la prioridad de los partidos de oposición de someter a otra humillante derrota al Gobierno de Pedro Sánchezpara sostener la estrategia de presentarle incapaz de gobernar con iniciativa. Hay varios aspectos que merecen atención en lo que se ha venido diciendo y haciendo en este aspecto. En primer lugar, la reacción del Ejecutivo de restar importancia a la nueva derrota no se compadece con la necesidad de dotar de una mínima estabilidad al diseño de los próximos presupuestos sin modificar una parte de sus líneas maestras. Sin un margen de déficit estabilizado, la reducción de recursos públicos es un horizonte más probable que la ruptura de los compromisos de contención que exige la Comisión Europea. Hay demasiados fondos que estarían en riesgo de optar por la rebeldía con un endeudamiento y un déficit superior al exigido. En consecuencia, el gasto tendrá que ir a la baja y afectar a las líneas maestras de la estrategia fiscal, bien con la citada contención, bien con el aumento de la presión impositiva. Cualquiera de los dos escenarios tiene mala venta en la ciudadanía, aunque el bienestar de los administrados tampoco parece ser el eje de la acción de los partidos de oposición ni a la izquierda ni a la derecha del pacto PSOE-Sumar.
Cuestión aparte es el hecho de que, en la estrategia del PP orientada a forzar unas elecciones anticipadas cuanto antes, su expectativa de relevar al actual gobierno no le suponga asumir un compromiso de déficit con el que no comulga. El modelo presupuestario que define la derecha española allí donde gobierna es fácilmente contrastable: reducción de ingresos fiscales para reforzar su relato de potenciar el consumo y achicar los servicios públicos. Una convicción que alimenta a su vez Vox con su demanda de recortes en políticas sociales de integración social, inmigración y derechos de las mujeres. El riesgo de este pulso sin límites es que se enquiste sin atender a las necesidades ciudadanas. La hoja de ruta de Sánchez solo puede pasar por recomponer mayorías o condenar la legislatura a una lenta agonía.