Ojo, que se viene avalancha de merengue dulzón, con los opinateros más granados compitiendo por ganar la Champions del exceso y la exageración.

Empezamos suavecito, con Francisco Marhuenda, que dice que es del Español (escrito así, por supuesto), pero celebra los triunfos blancos por lo que van a ver: "Me gusta el Madrid porque es un símbolo de superación, valor y esfuerzo. Y me encanta que gane al Barça que se ha convertido, desgraciadamente, en un instrumento del independentismo. Es muy lamentable que el deporte esté al servicio de la política". Y, de propina, el director de La Razón lame el suelo por donde pisa el gran patrón: "Es el mejor presidente con Bernabéu de la Historia del club y un insuperable entrenador en la sombra. El Madrid del siglo XXI se llama Florentino".

También en el periódico azulón, otro catalán, Jorge Fernández-Diaz glosa la decimocuarta por, entre otros, estos motivos: "El Real Madrid tiene seguidores en todo el mundo, y triunfos de este nivel también ayudan a ganar reputación internacional y autoestima nacional, de las que por cierto no andamos sobrados últimamente. Las cosas eran así y no es necesario ser madridista para reconocerlo, y por ello la presencia del Rey en París fue un acierto, como lo confirman también las manifestaciones extraordinarias de júbilo en las calles".

En ABC, José María Carrascal se apunta a los juegos florales sin poder evitar, y además, de saque, la mención del rival culé: "El Real Madrid puede presumir de ser 'más que un club', pero prefiere dejarlo en 'El Mejor Equipo', con méritos suficientes, como acaba de refrendar conquistando su decimocuarta Copa de Europa, el torneo más preciado de todos, en el estadio de Saint Dennis".

El Mundo no duda en dedicar uno de sus editoriales a la gesta sin reparar en hipérboles: "En muchos recónditos lugares del planeta se conoce a España exclusivamente por el Real Madrid como epítome de éxito y competitividad. Su capacidad universal para socializar unos valores propios -la búsqueda insaciable de la excelencia, el valor del esfuerzo colectivo, el afán de superación individual, la negativa rendirse mientras falte un minuto de juego- ha quedado espectacularmente renovada en el épico camino de esta última Champions".

En el mismo diario, Federico Jiménez Losantos, carraca en mano, hace la ola correspondiente. Eso sí, como es un intelectual, incluye en el festejo un par de citas: "¿Cuánto valen Benzema o Courtois? ¿Cuánto el Madrid? «El precio justo de las cosas depende de tantísimas decisiones que sólo lo sabe Dios. Los humanos nos conformarnos con el precio de mercado», según la Escuela de Salamanca. Pero Mariana explica antes y mejor que Adam Smith que la propiedad es un sentimiento natural, que aguza el ingenio buscando más y más, para uno y los suyos. Ese afán insomne, esa magia de lo propio contra todo y todos, hace del Real un símbolo triunfante, inexplicable pero indiscutible, de lo privado frente a lo brumoso común. Bernabéu y Florentino son creadores y gestores de un milagro: que el Madrid siga siendo propiedad sólo del Madrid, hijo y padre de su gloria. Por eso gana donde otros pierden".

"Florentino Pérez, el Bernabéu del siglo XXI", proclama Pedro J. Ramírez en el título del editorial de El Español. Pura melaza: "Hasta los rivales más acérrimos del club blanco han tenido que rendirse a la exhibición inconmensurable de una actitud avasalladora de compromiso, confianza y sacrificio. La merecida victoria en París añade un capítulo más a una historia de éxitos inapelables a la que aún no se le otea un final. Enhorabuena a todos los madridistas".

Alberto Pérez Pombo sube el nivel de exaltación (más bien de cartón piedra) en Vozpópuli: "El Madrí, el de las mocitas madrileñas, el de la saeta, ese que está por encima de todo y de todos en el mundo del fútbol, lo ha vuelto a hacer. En París, el Real Madrid ha vuelto a demostrar en estos tiempos de emires y repúblicas, quién es el verdadero Rey de Europa. El mejor club del siglo XX -según la UEFA y las estadísticas- que sigue dominando con puño de hierro y botas de seda el primer cuarto de este siglo".

No le anda muy a la zaga en forofismo Pablo Pombo, que abre así su oda en El Confidencial: "Las doce pruebas de Hércules fueron un partidito de verano al lado de lo que el Madrid ha logrado este año. Puede que me esté quedando corto, a fin de cuentas estamos hablando de la mejor temporada en la historia de la primera institución deportiva mundial. La más brillante por el resultado y por las dificultades, también por la belleza de este monumento inesperado a la ética del trabajo y a la fortaleza espiritual".

Previsible hasta el milímetro, el subdirector de El Debate, Luis Ventoso, aprovecha el viaje para atizar a sus objetivos habituales: "En resumen, el inmenso éxito del Real Madrid, que va más allá de que un día pueda entrar o no el balón, ejemplifica un modo de hacer las cosas que está en las antípodas de lo que hoy se inculca desde la España oficial. Nuestro país iría bastante mejor si imitase el modo en que el club blanco afronta la liza en un mundo hipercompetitivo, donde solo sirve intentar ser el mejor, no solazarse en la medianía subvencionada, la envidia y la queja victimista".

Columpiándose de la misma cuerda, Antonio R. Naranjo remata la faena por todo lo alto. Si usted no celebra los triunfos del Madrid es un mal español: "Hay pocas cosas que molesten más a los malos españoles que una victoria del Real Madrid en la Champions, con el Rey Felipe y Nadal en la grada y Pedro Sánchez en paradero desconocido. Faltaron en el palco Juan Carlos I, algún obispo de lustre y, si nos ponemos a fabular, Morante de la Puebla, para terminar de irritarles. El Madrid es la vieja España, la vieja Europa, que siguen siendo las mejores versiones de un país, y de un continente, que se han olvidado de quiénes eran y no son capaces de adivinar quiénes pueden ser".