Ante la avalancha de información de la gravedad de la situación en las residencias de mayores, como consecuencia de la pandemia del Covid-19. No puedo menos de hacerme una serie de reflexiones personales.

Primero analizo la situación de la mayoría de las personas que están en una residencia de mayores. Su edad suele ser mayor de ochenta años. Con lo cual, vivieron en un momento, en que las comodidades actuales, no eran ni siquiera imaginables. No hablemos de las diversiones y el ocio. Su espíritu de sacrificio era tal, que fueron capaces, incluso de pasar penurias, para que sus hijos tuvieran acceso a las condiciones de vida, que ellos no pudieron tener. Hago hincapié en que el padecimiento de estas penurias, y por ende el espíritu de sacrificio, fue inmensamente mayor en las mujeres. Éstas se ocuparon del cuidado de sus padres y de los padres de sus maridos. Incluso han guardado algún "dinerillo", y con su exigua pensión, el coste de la residencia no sea una carga para sus hijos.

Recuerdo, parte de un cuento que me contaba mi abuelo (que por cierto fue cuidado por su hija y nueras):

"€ € Cuando un hombre le da a su padre, ya anciano, una manta para que se abrigue en el establo, al que le había mandado a dormir, con el fin de no molestar al resto de la familia. El hijo de éste, de apenas cuatro años, le dijo, que partiera la manta por la mitad. - ¿Porqué quieres guardar la mitad le pregunta el padre ¿- Para cuando tu seas como el abuelo. Le contesta el niño"

Nunca hubiese imaginado que algún día reflexionaría a cerca de la vivencia de estas personas. Fuera de su casa, algunas incluso de su pueblo. Privadas de la compañía de su familia. Los motivos pueden ser múltiples. Seguro que alguno, muy importante.

Me pregunto: - ¿El esfuerzo que supondría cambiar esa situación, es equiparable, al sacrifico que ellos hicieron en su día ¿

Con el confinamiento, se les ha privado, del poco cariño al que tenían acceso. Los cortos espacios de tiempo, que sus más allegados familiares les dedicaban. No importaba que algunos de estos ancianos, a veces, no supieran con quien estaban hablando. Pero sí sabían que era alguien muy cercano, y se alegraban de verlos.

Pero todavía falta por añadir un nueva "inmolación". Es el supuesto, que se infecten con el temible "coronavirus". Por su avanzada edad, y sus patologías, es improbable que tengan acceso a los cuidados necesarios para salvar sus vidas. Se priorizará a los enfermos con más esperanza de vida. Esta última aseveración no parece que sea la tónica de los profesionales de la medicina. Ya un antiguo filosofo dijo: "no está escrito quién vaya a morir primero".

Por último, independientemente de idoneidad o de la opinión, de haber llevado a nuestros familiares a una residencia. Hemos de reconocer la labor que está desarrollando el personal de éstas. No sólo en estos momentos tan complicados. También el resto del año. Ellos, casi siempre ellas, están limpiando, lavando, dando de comer, a una gran mayoría que no pueden hacerlo por sí mismos.

Por eso, no creo que tenga derecho a quejarme, en el supuesto, que un familiar mío, tome el camino hacia la otra vida, sin mi presencia y mi adiós. Pues hace tiempo que no le acompaño asiduamente.