Soy cajera de un supermercado, cubana y llevo trabajando en España desde el año 2016, al mismo tiempo que trabajo, curso estudios de ungrado superior de Salud Ambiental en la Escuela Sanitaria Técnico Profesional de Navarra. Pertenezco a ese colectivo de trabajadores que, desde días antes de que se declarara el Estado de Alarma, hemos estado trabajando ininterrumpidamente para que todos los ciudadanos pudieran llenar sus frigoríficos y despensas.

Los trabajadores del supermercado hemos intentado todos estos días, hacer cumplir las indicaciones de la propia empresa en cuanto a la distancia de seguridad, control de aforo en tienda, recomendando el pago con tarjeta,uso de desinfectante, reparto de guantes, etc.

A pesar de todo nuestro esfuerzo, el pasado 8 de abril viví en carne propia una experiencia que me niego a soportar una vez más,y considero imprescindible denunciar públicamente.

Sobre las 17:30 horas, al ver en caja a dos personas que compartían carro de compra, pregunté a la compañera que controla la entrada en tienda si había alguna razón de peso para que esas dos clientas entraran juntas y me dijo que no, que habían entrado separadas. Le pregunté a la clienta, que en este momento estaba poniendo la compra en la cinta, la razón de que fuesen tan juntas, dialogando como amigas e incluso compartiendo carro, cuando todos sabemos que dos de las medidas de seguridad son: mantener la distancia establecida y sólo una persona por compra, lo hice desde mi caja y amablemente. La mencionada clienta, con un tono de voz muy elevado, me dijo textualmente, entre otras cosas: "lo que tienes que hacer es irte a tu país que aquí no pintas nada"; "te he visto bien bonita€..y no se me va a olvidar tu cara, si te veo fuera ya vas a ver lo que te va a pasar", "eres una grosera€.lo que tienes que hacer es aprender a hacer bien tu trabajo"; "vete a tu casa a descansar anda, que aquí no hace falta gente como tú"; "cuando vuelva a venir a esta tienda, aquí no te quiero ver y de eso me voy a encargar yo".

Tengo que decir que, de los clientes que estaban haciendo cola en la caja, sólo uno llamó la atención de la clienta, másporque estaba provocando un retraso en el avance de la fila que por su comportamiento amenazante y chulesco.

Me sentí infravalorada, insultada, menospreciada y totalmente indefensa ante un comportamiento inaceptable por parte de una clienta maleducada y violenta, cuando yo solo hacia mi trabajo, al mismo tiempo que velaba por mi salud, la de mis compañeros y clientes.

Las trabajadoras y trabajadores del comercio de la alimentación estamos más expuestos al COVID 19 por hacer nuestro trabajo y lo aceptamos con responsabilidad, pero no podemos aceptar insultos racistas ni amenazas violentas por pretender cumplir con las normas que se nos imponen para que salgamos cuanto antes de esta situación de pandemia.

Las empresas de distribución deben apoyarnos con equipos de protección ante el virus, pero también deben proporcionarnos seguridad con personal y medios. Necesitamos apoyo moral y saber que están con nosotros, respaldándonos ante situaciones como éstas o más graves.

No busco aplausos ni un especial reconocimiento a mi trabajo, exijo respeto a mi persona. A mí, nadie me ha regalado nada en este país. Cobro no más de 625 euros netos al mes por trabajar 25 horas semanales de lunes a sábado. Pago la renta y todos los impuestos que me corresponden, pago mis estudios y ayudo a mi familia en Cuba. Cada céntimo que he ganado me ha costado mucho, pero mucho esfuerzo y sacrificio. Ir a trabajar y tener que soportar situaciones como las descritas es doloroso e indignante.