Es un hecho que desde el inicio de la pandemia de coronavirus, el sector agroalimentario está mostrando su resiliencia en este momento clave y sin precedentes.

Los profesionales de la agricultura y la ganadería están dando una respuesta ejemplar desde el comienzo del estado de alarma. Nada más comenzar la crisis, cesaron sus protestas, ¿recuerdan?, con las que exigían unos precios justos. Quitaron de las carreteras los tractores que utilizaron como barricadas y los pusieron a disposición de todos nosotros desinfectando las calles de pueblos y ciudades. Volvieron al campo y centraron sus esfuerzos para que la producción de alimentos llegase a nuestras casas, donde la gran mayoría nos habíamos tenido que confinar para detener la escalada de infecciones.

Y es de agradecer, porque, además de la Sanidad, la producción agroalimentaria es una actividad que en estos días de cuarentena no puede cesar y debe, además, estar a la altura de las necesidades de una sociedad que ha tenido que mutar sus hábitos de consumo.

El sector primario sigue al pie del cañón en esta guerra que todavía no ha acabado y que parece va para largo. Y bajo esta presión, las producciones deben seguir haciéndose bajo las corrientes medidas de seguridad necesarias que garantizan la máxima calidad de los alimentos junto con las nuevas medidas que requiere la situación excepcional en que nos encontramos.

En este aspecto, la labor de los asesores es fundamental pues recae en ellos el seguimiento y la supervisión de los cultivos, las aplicaciones de fertilizantes y la protección fitosanitaria, así como el resto de las tareas necesarias para el correcto desarrollo de la plantación y la obtención de producciones de calidad. Como Presidente en Girona del Col·legi d'Enginyers Tècnics Agrícoles i Forestals, creo muy necesario este reconocimiento a los colegas que se dedican a asesorar a agricultores y a ganaderos.

El trabajo de seguimiento a pie de campo se ha hecho más difícil dadas las circunstancias de confinamiento y ha permitido acercar a los asesores a una tendencia que, aunque llevaba años sin poderse obviar, ignoraban por falta de una estricta necesidad al no ser prioritaria en su negocio. Hablamos de la utilización de herramientas digitales para su labor de asesoramiento y gestión de las explotaciones.

Las nuevas formas de compartir información de forma rápida y sencilla están transformando no solo nuestras relaciones personales, sino también las profesionales. A nivel de usuario, el uso de la tecnología de la comunicación nos permite algo que, de antemano, parece una contradicción. Mucho antes del confinamiento, ya habíamos reducido el tiempo que dedicamos para ver y hablar con nuestros contactos y, sin embargo, habíamos incrementado el número de personas con las que contactamos. Y lo más importante; se había incrementado la información que compartimos con cada uno de ellos. Este potencial puede ser igualmente aprovechado cuando lo aplicamos al entorno laboral.

Todos estos cambios están definiendo un nuevo contexto del sector agroalimentario. Estamos en una realidad mucho más digitalizada, basada en la tecnología y orientada hacia un consumidor que ha cambiado por completo y que requiere una gran cantidad de información concreta sobre el alimento que consume y la mayor información que requiere está relacionada con las primeras fases de producción.

Una vez más se pone a prueba la capacidad del sector agroalimentario para adaptarse a los nuevos cambios.