El nuevo escándalo que ha destapado el pago de cientos de miles de euros por parte del BBVA al ya famoso comisario de las cloacas policiales Villarejo para tener acceso de miles de conversaciones telefónicas de empresarios, políticos, periodistas y directivos de empresas y de la banca ha vuelto a situar la realidad institucional del Estado en las más altas cotas del descrédito social. No es nuevo. Las encuestas de opinión ya venían años reflejando un progresivo y creciente distanciamiento entre los ciudadanos y sus representantes. En especial, frente a los políticos. Pero qué crítica realmente la sociedad, ¿la política en general? ¿La clase política dirigente, las elites que ejercitan la política desde la componenda permanente con otras elites empresariales o financieras? ¿El sistema de partidos, cerrado a la sociedad y sometido al poder de los aparatos burocráticos? ¿El bipartidismo falso e irreal de PSOE y PP? ¿El propio sistema democrático? La corrupción asuela hace décadas el sistema de partidos en el Estado español. Pero ahora sabemos también que sus principales estructuras, desde la Monarquía a la judicatura o los medios de comunicación, forman parte de ese lodazal. No se ha optado por erradicar la corrupción. En realidad, se ha optado por entorpecer y ocultar las investigaciones judiciales o periodísticas que les afectaban, proteger a sus corruptos y apuntar con el dedo acusador al adversario con el banal argumento de y tú más. Y cuando se agoten los ecos de Villarejo, el interés por una reforma democrática profunda que imponga responsabilidades reales a los protagonistas de la corrupción volverá a ocupar un lugar secundario en la agenda política. Hasta el siguiente caso. Eso acrecienta el peligro de avalar el falso todos son iguales. Lo que ha acabado abriendo la puerta a fanatismos, totalitarismos y populismos varios. Muchos riesgos ante los que Navarra debiera blindarse si quiere garantizar un futuro prometedor y positivo para sus nuevas generaciones. Y UPN y PP están deambulando ya por el camino contrario, el de los riesgos.