esparza dice sentirse cómodo del bracete de un partido dopado secularmente con comisiones ilegales (PP), de otro abolicionista del Fuero que sustenta la pujanza de Navarra (Ciudadanos) y de un tercero que ansía la supresión de las autonomías (Vox). Todo muy constitucional, faltaría más, porque a España la rompen otros. Singularmente el tan felón presidente Sánchez por auspiciar una salida dialogada para el embrollo catalán creado por la misma derecha que recurrió artículos del Estatut ya vigentes en Aragón o Andalucía y luego agravado por subrogar un problema político en jueces y policías. Paradojas aparte, UPN actúa en clave de pretérito perfecto y de futuro incierto. En el sentido de que su adición al frente ultraconservador resulta coherente con su pasado de acoso a Zapatero a cuenta de ETA y con el último trienio largo de exaltada oposición a Barkos, pero sin embargo compromete seriamente sus opciones de retornar a la Diputación por arremeter con una retórica totalitaria contra la sigla que puede granjearle el poder. Pues UPN no tiene nada que rascar sin el respaldo socialista, al no bastarle con el sumatorio entre las diestras, y contradictoriamente el akelarre extremista del domingo no hará sino reavivar en el PSN su humillación ante Sanz en 2007 y ante Barcina en 2012. Esparza se echa definitivamente al monte a la caza de electores radicalizados cuando sólo podría ganar voto determinante desde la moderación y además los gobiernos en sociedades plurales se forjan desde la centralidad. Él mismo.