la polarización política envilece el debate público y conlleva el vicio adicional de fijar el foco exclusivamente sobre lo inmediato, aunque resulte trivial. Eso explica en buena medida que sólo una cuarta parte de la población conozca la fecha de las elecciones europeas, el 26 de mayo junto a las autonómicas y municipales, cuando el 75% de la ciudadanía considera positiva la integración en el espacio comunitario y similar porcentaje votaría hoy a favor de seguir en él. Semejante indiferencia, plasmada en una abstención continuada cercana al 60% -y superior al 70% en el caso de los menores de 24 años, pese a la popularidad del programa Erasmus-, no se compadece en absoluto con la relevancia para nuestra cotidianeidad de las decisiones que se adoptan en Bruselas y Estrasburgo. Y no únicamente en cuanto a fiscalidad, consumo, medio ambiente o infraestructuras, sino en particular respecto a sectores estratégicos para Navarra como la automoción, la agroalimentación o las energías limpias. Sin olvidar los beneficios concretos que ya nos reportan proyectos en marcha como el de Desarrollo Rural 2014-2020 por un monto de 136 millones o el Life 2017-2025 contra el cambio climático con una subvención de 9,3 millones, a los que agregar los fondos destinados a inversión local singularmente en Pamplona y Tudela, entre otros. Ya no se trata sólo de que las instituciones europeas determinan nuestras vidas, es que de cada voto depende que se imponga la vigente concepción nativista y antisocial de la Unión o que germine otra más abierta y menos burocratizada. Casi mejor que otros no elijan por ustedes a esos 59 diputados que le corresponden al Estado español.