el destino se ha puesto del lado del PSN y a la misma vera de María Chivite. Pues tras una legislatura de oposición al Gobierno del cambio, marca y candidata se han encaramado súbitamente a la ola triunfante de Sánchez, cual Poseidón librando con su tridente la batalla contra el trifachito. Derecha trifálica -por testicular- a cuyo coro antisocialista se ha añadido gustosamente UPN subsumiéndose en una plataforma que incluye una sigla abolicionista del Fuero como Ciudadanos, otra circunstancia aleatoria que sopla a favor del PSN por brindarle el argumento de la defensa del autogobierno ante la superioridad monclovita. Pero es que además Ciudadanos veta a Sánchez para cualquier acuerdo, consagrado al sorpasso del PP, nueva bicoca para el PSN al diluir la tesis de una presión del PSOE sobre su sucursal navarra en tal sentido. La resultante es que el PSN dispone de un relato actualizado y de aparente autonomía para intentar retener el 26 de mayo una porción significativa de los 94.000 sufragios socialistas en Navarra de estas generales que, estimulados por Sánchez como muro frente a las hordas conservadoras, doblan los concitados por la propia Chivite en las autonómicas de 2015. Sólo hace falta que la líder del PSN diga claro y lo más alto posible para espantar el fantasma del agostazo de 2007 que, si ella no puede acceder a la presidencia como naturalmente debe procurar, sus votos no investirán jamás a Esparza. Una manifestación coherente con el contexto político y además inteligente porque, en la oposición, UPN se cocería en su propia salsa. A fuego lento en la perola de Navarra Suma.