Las cumbres político-económicas que reúnen a los poderosos del mundo -en realidad reúnen a los políticos que hacen el trabajo sucio a los verdaderos poderosos, que permanecen ocultos tras las bambalinas y nunca salen en la foto- tienen dos componentes básicos, su forma y su fondo. Esta cumbre del G7 ( el club de los países supuestamente más opulentos del mundo) se celebra desde hoy en Biarritz y la cercanía de Navarra con Iparralde facilita comprobar el alcance de sus formas: imposición, seguridad, aislamiento y perjuicios mil para ciudadanos, empresas y negocios a ambos lados de la muga. Miles de policías y militares, trabas y prohibiciones al tráfico y al transporte, calles cerradas, prepotencia política y desprecio a los ciudadanos y a sus representantes políticos locales. Un verdadero estado policial militarizado. Todo muy democrático. Se celebra en Biarritz porque así se le ocurrió a Macron, quien ni siquiera hizo caso a los informes de seguridad de su propio Gobierno que desaconsejaban este emplazamiento en plena temporada turística de verano. Pero más allá de las formas, está el fondo de lo que allí se va a hablar, debatir y decidir. Sabiendo que una cosa serán las conclusiones que se hagan públicas y otra los acuerdos que quedarán de momento en secreto y que poco a poco se irán imponiendo al mundo entero. Decisiones que seguramente se han tomado en otros lugares ya antes de la celebración de este encuentro en Biarritz por otros poderes no democráticos, oscurantistas y sujetos a exclusivos intereses particulares. Siempre con una falsa imagen de un paternalismo condescendiente con el resto de los ciudadano de unos tipos a los que el bienestar, la convivencia, la justicia, los derechos humanos y la misma democracia, en definitiva los seres humanos, les importan nada. Las formas son lamentables y del fondo de esta cumbre del G7 no saldrá, una vez más, nada bueno. Como siempre, recortes de derechos democráticos individuales y colectivos, vulneración de derechos humanos y aumento de las desigualdades.