Escribía hace unos pocos meses que me parecía una necesidad imperiosa que el medio ambiente se convierta en una prioridad de la agenda política. También en Navarra. Era antes de las últimas elecciones forales creo. Y poco a poco, casi a regañadientes, parece que los partidos están asumiendo esa responsabilidad. Más aún en estos días coincidiendo con una nueva Cumbre del Clima en Nueva York. Casi 70 países se han comprometido a revisar sus planes para la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero para hacerlos más efectivos y en menos tiempo. Los planes actuales ya son insuficientes para frenar el aumento de grados en el actual proceso de calentamiento global de la Tierra. También el Parlamento de Navarra se adhirió el lunes al Manifiesto Mundial ante la Emergencia Climática y se sumará a la huelga convocada para este viernes. Ya el concepto de emergencia climática es un paso fundamental. El lenguaje nunca es neutro y menos todavía en el ámbito de la actividad política. El planeta no sólo afronta una crisis climática, sino que la crisis he llegado a un punto de emergencia mundial. Nos estamos quedando sin tiempo. Y sin embargo, las reticencias siguen siendo más poderosas que las advertencias que desde hace años llevan haciendo miles de científicos con mucho más conocimiento y contundencia que las emotivas palabras de la niña sueca Greta Thunberg, elevada a la categoría de icono mediático de las protestas ante la inacción de las grandes potencias para frenar el deterioro medioambiental. EEUU, Brasil, China o India son algunos de los países que se niegan a aplicar los compromisos adoptados en los Acuerdos de París de 2016. Posiblemente, porque frenar el cambio climático supone también poner coto al actual modelo económico, a la crisis energética y alimentaria, a la sobreexplotación de los recursos naturales y a otras plagas que asuelan a millones de personas. En definitiva, poner límites al enorme negocio de la explotación medioambiental. Sin embargo, la emergencia climática es inequívoca, tendrá consecuencias catastróficas si no se toman medidas y sus consecuencias más graves ya son humanas y medioambientales. La respuesta en Nueva York ha sido de nuevo muy insuficiente. Por eso, cuenta todo lo que se haga para frenarlo. También en Navarra. Las declaraciones están bien, pero son mejores decisiones y hechos.